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Opinión - Jesús García Aiz
La Mirada de la Fe - 10/05/2020

JARDINEROS DEL JARDIN DEL EDÉN

Nos lo recuerda Jesucristo al explicar que «lo que hacemos a los demás se lo hacemos a él»

Almeria 24h
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JARDINEROS DEL JARDIN DEL EDÉN


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Decíamos la semana pasada que el sentido común nos anima a promover la vida, entendiendo que, al hacerlo, al favorecer toda forma de vida, nos estamos ayudando a nosotros mismos. Pero esto, que puede sonar a egoísmo sin serlo necesariamente, se afianza aún más al descubrir que es voluntad de Dios el que así lo hagamos.

Nos lo recuerda Jesucristo al explicar que «lo que hacemos a los demás se lo hacemos a él» (Mt 25, 40), pero nos lo propone el común de las creencias religiosas en cuanto a que postulan de una u otra manera la famosa «regla de oro», la que invita a «tratar a los demás como uno desea ser tratado, a no hacer a los demás lo que uno no quiere que le hagan» (cf. Mt 7, 12; 22, 40; Lev 19, 18; Tob 4, 15). Una norma de sabiduría universal que nos revela que el progreso en la vida no puede darse dejando al margen las demás vidas.

Tal vez, pueda ser fruto de ese egoísmo que nos invita a ceder en algo menor para conseguir algo mayor, pero es también el propósito lógico de cualquier creyente que comprenda que su Dios lo es también de los demás. Y está claro que, sí ese Dios al que se adora no está del lado de toda su Creación, no es el Dios origen y fundamento de la humanidad sino una de las muchas caricaturas que ésta se ha inventado para suplirlo.

Para entender mejor esta idea, qué mejor que recordar el primer libro bíblico que nos ofrece el relato de Adán y Eva, y a los que se les ubica en un lugar idílico, un paraíso llamado «Jardín del Edén», en el que se relacionan de tú a tú con Dios y ejercen como jardineros que lo cuidan. Armonía que se rompe cuando, en vez de alimentarse exclusivamente del «Árbol de la Vida», se dejan tentar por la ambición de igualar a Dios y prueban del otro, del «Árbol del Bien y del Mal», con el resultado catastrófico que todos conocemos (cf. Gn 2 y 3).

Ser hortelanos del Jardín del Edén sería una buena proclama para invitarnos a todos a ser conscientes de que nuestra vida pasa por la de los demás, y que esta tierra que nos acoge y alimenta es «casa común» que hay que cuidar para que beneficie al conjunto en vez de a unos pocos. Sería una manera de reescribir, en positivo, esas páginas del Génesis y empezar a adelantar al presente lo que profetiza el último libro bíblico del Apocalipsis: «unos Cielos y una Tierra nuevos» en los que Dios y el hombre recuperarán esa relación que el egoísmo y la ambición truncaron (cf. Ap 21).

No podemos olvidar que el Paraíso del que hablamos, ese que un día se nos regaló y que sistemáticamente muchos se pierden por no dejar de tropezar en la misma piedra, sigue estando a nuestro alcance y que es un anuncio de futuro que nosotros mismos podemos empezar a hacer ya realidad siendo jardineros del Jardín del Edén.

Jesús García Aiz





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