ATRÁPAME ESA RADIACIÓN

En Japón cinco años preocupados y asustados, nosotros cincuenta años comiendo gambas de Garrucha

En el 2011, Naoto Kan presidía el gobierno de Japón y en ese año se produjo el accidente de la central nuclear de Fukushima provocado por un tsunami que dejó tras de sí veinte mil muertos y doscientos mil desalojados, de los que setenta mil siguen hoy día viviendo en barracones. Se cerró un área con un radio de veinte kilómetros y todavía no se sabe cuándo volverán a habitarse las poblaciones, decenas de ellas, como Tomioka o Namie. Un desastre, que cinco años después sigue en vilo y que está costando al gobierno, por ahora, más de cincuenta mil millones de euros en subvenciones a los desplazados del lugar, un territorio en el que las radiaciones de la central nuclear tardarán más en desaparecer que los cuarenta años que, calculan, tardarán en desmantelarla.

De lo dicho hace cinco años que pasó. Nosotros tenemos también algo que contar en esa materia, en materia de radiaciones. Lo de Palomares hace cincuenta. En España, lo nuestro, tanto en la dictadura como en la democracia, se tomó un poco a coña -> baste mirar esa esperpéntica foto de Fraga bañándose en el mes de febrero y saludando a los fotógrafos. Y digo que se tomó el accidente aéreo con total displicencia una vez leído el libro de Isabel Álvarez de Toledo, “Palomares (Memoria)”, en el que con todo lujo de detalles se repasan los caracteres variopintos de los españoles, incluida la censura política; después vino el olvido de los gobiernos democráticos.

En el caso de Palomares, las subvenciones, cuando las hubo, son de risa; el perímetro acotado es prácticamente nulo, esto es, para nada el radio de veinte kilómetros; las medidas de seguridad inexistentes –se sigue pescando en la zona y también cultivando; el caso poblacional es alarmante por el número de viviendas construidas; y qué decir del tiempo pasado, cincuenta años y estamos en el mismo sitio –ahora especulan con llevarse la tierra contaminada por el puerto de Cartagena, ya veremos el follón que esta decisión lleva consigo, además de estar pendientes de los resultados electorales de EEUU y España. Lo dicho, un cachondeo, porque todavía nadie valora con seriedad lo que allí pasó.

En Japón cinco años preocupados y asustados, nosotros cincuenta años comiendo gambas de Garrucha.

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