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(Esta anécdota, hay que considerarla como tal: sin más. Desde aquí, mi profundo respeto y admiración a nuestra Guardia Civil y su Benemérita Institución. Hay que ir legal siempre. Sobre todo y mucho más, entre profesionales de la carretera)
Nada mas salir del Peaje de Sagunto, dos Agentes de la Guardia Civil de Tráfico, me dieron el alto. (Donde iremos a parar,- me dije a regañadientes; molesta – nos dan el alto hasta a las mujeres. ¡El machismo que no se resigna!)
Hice la maniobra correspondiente y aparque el autocar en el sitio donde uno de ellos me indico. Puse el freno de mano y espere la llegada del Agente. Este, venia blandiendo su cachiporra… ¡vaya! Este; venia armado con su lámina luminiscente y mascando chicle compulsivamente. Pensé rápidamente que lo primero que me solicitaría seria el Disco Tacógrafo actual con el cual no tendría ningún problema. Lo grave es que me pida el anterior, o sea: el de ayer, ya que me había pasado un poco de hora de conducción, y pudiera ser motivo de sanción. Habría que optar por entretenerlo con cualquier argucia o conversación. Cualquier plática marginal que disipara en el agente, el motivo de mi retención .Todo menos enseñarle el disco anterior. El masticar el chicle con tanto “entusiasmo”, me dio una idea:
-. Buenos días, señora. – saludó respetuosamente el guardia.
-. Buenos días, apuesto agente. – respondí yo muy “tontilla” pero ofreciendo una muy digna imagen de presentación. – ¿Observo por su forma de “atacar” el chicle que intenta por todos los medios olvidar una época, no muy gratificante llena de tabaco y humo?
-. Cierto: La asfixia, empezaba a hacer mella en mí. Esa falta de aire, me aconsejo apartarme del tabaco y optar por el consuelo de los chicles. ¿Sabe usted cuando elimine mi adicción tabacal? ¿Sabe usted cuando aparte de mí, esa imperante necesidad de tragar nicotina y alquitrán? ¿Sabe el esfuerzo mental al que me sometí?
-. Lamento no poder saberlo para ayudarle en sus conclusiones finales sin que acuda a memorizarlo o se esfuerce en recordarlo; pero seguro que será muy interesante, atrayente, sugestivo y aleccionador, conocer la versión.
-. Pues bien: ¡Deje de fumar dos días antes de Navidad! ¿Qué le parece?
-¡Virgen de la Santa Decisión! ¡Tratar de abandonar un hábito tan arraigado en plena Fiestas que es cuando mas se bebe, se come y por consiguiente más apetece los cigarrillos! ¡Hacer desaparecer la voluta de humo, compañero de tantas vivencias! Permítame que nazca en mí un sentimiento de admiración hacia usted. ¡Que talante! ¡Que tenacidad! ¡Que… cosa! Ese sacrificio corresponde a una voluntad férrea y bien domada. Esta usted hecho de una “pasta” que…
-. ¡Bueno…bueno…! – atajo el guardia con una media sonrisa de satisfacción, ruborizado y haciendo aspaviento como quitando importancia a la cosa – Eso y con la ayuda del libro “Como dejar de Fumar” El mismo, me ayudo mucho. Sin embargo, observo en usted que la voz se le quiebra al hablar. La tiene rota por el tabaco debido a la afluencia de humo en su garganta. Quisiera recomendarle este libro y vera como su vida cambia a mejor. No puede ir usted por la misma simulando ser una chimenea y no precisamente por lo alta que es usted.
-. Muy buena sugerencia, agente.- la cosa iba marchando bien: Todavía no me había pedido ninguna documentación ni los dichosos discos - Veo en usted que aparte de ejercer su necesaria y encomiable misión, también es un perfecto observador. Lo mío no tiene solución. Muchas veces me he planteado dejarlo pero después me he preguntado si había vida después del tabaco. Veo pocas posibilidades de desembarazarme de el, así como declarar mi impotencia para aislarlo. Tan difícil y remoto como ver a Gorila Rivera ocupando una silla en la Real Academia Española, o Pascual Llamazares haciendo el Camino de Santiago. Dependo tanto del tabaco que…
-… A ver: ¡Tome nota…!
-. ¿Qué tengo que apuntar, agente? –pregunte con un hilillo de voz, alarmada, creyendo que la conversación había finalizado y ahora tocaba “lo serio”
-. ¡El titulo del libro, señora! – contesto con cierta impaciencia el Agente
-¡Ah si...! – exclamé, con un suspiro de alivio – ¡El titulo del…libro…!- me repetía con insistencia buscando un trozo de papel
-¡Como dejar de fumar! – dicto el guardia alzando un dedo hacia mí.
-. Como dejar de fumar – apunté en el reverso de un apremio de impago emitido en el 2005 por Caja Sur- ¿La Editorial, agente?
-. Alfaguarra.
- . Alfaguara. ¿Autor?- le rectifique mostrando un desmesurado y conveniente interés.
-. Bueno…el autor no llego a terminar el libro debido a que falleció victima de un cáncer de pulmón, pero…
-…O sea, que mientras, – ataje muy ocurrente y divertida tratando de disimular mis nervios ante la incógnita de saber como iba a terminar la paralización – escribía el libro;”Como dejar de fumar”, entre párrafo y páginas: ¡No dejaba de darle caladas al cigarrillo! ¿Recurría al acre del mismo para su inspiración?
-. ¡No se sabe! Parece ser que el libro lo termino su hermano mayor… ¡que no fumaba!
-. No lo entiendo - reconocí – Vamos a ver: El autor recomienda en su libro, como dejar de fumar y no llega a terminarlo ya que fallece de lo mismo que esta condenando, y lo finaliza otro que no tiene ni idea de lo que esta recomendando ya que no sabe sus efectos ni sus consecuencias.
-¡Precisamente aquí esta el secreto del libro! El uno fumaba y el otro no ¡Ahí esta el quid de la cuestión! Y no pienso descifrárselo hasta que usted lo compre, lo lea y se empolle de el. ¡Por que lo va a comprar! ¿Verdad?
-. ¡Desde luego que si, agente.- asevere rápidamente, grave y seria, deseando poner en marcha el motor y alejarme de allí, nunca mejor dicho; pitando. - Estoy deseando llegar a Carboneras para presentarme en la primera librería y preguntar por el; Es mas: En otra ocasión en que coincida con usted, si no me para; yo parare para contarle mis avances sobre el asunto. Mientras, mi reconocimiento a su estimable ayuda.
-. No tiene importancia. También forma parte de nuestra labor. Tiene usted toda una vida por delante y es una mala gestión llevar en el bolsillo a un mal amigo como es el tabaco. Es un traidor. La va minando y cuando no pueda más y el deterioro tanto mental como corporal se haga patente, no le va a sorprender padecer una afasia pulmonar que contemplar al cardenal Rouco Valera de buen humor. Bien: Puede usted continuar y recuerde la promesa.
-. Desde luego. ¡Gracias agente y buen servicio! – desee, mientras apelaba a mi buena suerte y reconocía que de buena me había librado.
Arranque el motor y salí de allí escopeteada, no sin antes mirar por el espejo retrovisor y ver a mi interlocutor, al agente, que apoyaba el brazo izquierdo en la cintura mientras con el derecho balanceaba la barra luminiscente. El cuerpo inclinado adelante y la mirada fija en el suelo, absorto, en plena meditación, como preguntándose así mismo:
-¿A esta tía, la he parado yo por algo...?
ELLA: Gema Marcelo
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