MUJERES MUERTAS

Seis son, en lo que va de año, el número de mujeres muertas en España a manos de hombres. No conozco una campaña concienzuda y permanente, al estilo de la del aborto, contra este sobrecogedor y permanente suceso. A bote pronto tampoco recuerdo un libelo lanzado por la Iglesia dignificando a las pobres víctimas. Digo esto, porque de muertes se trata. El Estado del Reino de España parece no tener nada que decir para hacernos ver que no podemos asimilar estas cifras como si las de accidentes de tráfico se trataran. No es concebible tanta frialdad, como tampoco es el caso de un estallido de cólera vecinal coyuntural o de los minutos de silencio a la puerta de los ayuntamientos. Hay que salir, de una vez por todas, del impasse en el que nos tiene sumido la costumbre por mor de unos medios de comunicación estandarizados
Llama la atención la Iglesia, que después de una catarsis inacabada de su mundo pederasta, parece no tener fuerza o ganas para mirar a la cara a la mujer y confesar su histórica misoginia y el papel que le ha asignado de sierva sumisa en sus charlas y peroratas. Enseña más el mundo de los animales no humanos, ese que se acerca a la hembra sin macho, ella sola, en su comportamiento, que vemos en los documentes de La 2, que el beaterío en el que la mujer se mueve a los ojos de los teólogos y pastores (otro día escribiré sobre la alegoría de Adán y Eva).
Mujeres muertas, esa es la realidad cruel en la que la vida se quita sin más. ¿Qué dice el clero de todo esto, una vez ha influido para hacer desaparecer del sistema educativo la asignatura Educación para la Ciudadanía por considerarla doctrinaria, cuando lo único que allí aparece es una invitación a ser normales? Si en la escuela no se enseña la igualdad y sí qué es pecado estamos haciendo una escuela de tarados. Tarados que luego matarán a las mujeres.

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