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Opinión - Carlos de Paz
Fotógrafo independiente - 25/01/2014

Juan Castuera (1921/1990)

Almeria 24h
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Juan Castuera (1921/1990)

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Juan Castuera (1921/1990)

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JUAN CASTUERA (1921/1990)

Fue Juan Castuera un generoso alquimista, que tuvo a bien aceptarme como discípulo para enseñarme los secretos de esa magia secreta que sucedía en completa oscuridad o bajo la iluminación de una luz roja que convertía un simple cuarto en un extraordinario lugar, lleno de extraños aparatos. Las probetas y frascos, que atesoraban en su interior misteriosos líquidos con extrañas propiedades, y aquellos fascinantes papeles, que por alguna desconocida propiedad eran capaces de guardar en su interior todos los misterios de la vida, me cautivaron desde el primer momento.

Un día, como el aprendiz de brujo, quise emular al maestro en su ausencia. Actuando con la entusiasmada precipitación del neófito, usé con torpeza útiles que apenas conocía, mezclé químicos que no debía y contaminé cubetas y tanques de revelado, provocando con ello un gran desastre en el laboratorio del maestro que, sin embargo, no mostró indignación por tan descuidado proceder, aprovechando ese episodio para enseñarme que orden y limpieza son imprescindibles en el procesado fotográfico.

Gracias a las enseñanzas de don Juan y a su gran paciencia, adquirí la disciplina necesaria y las técnicas imprescindibles para poder realizar fotografías, desde la toma hasta el posterior revelado del negativo y la realización de copias. Pero no fue solo técnica lo que aprendí de Castuera; con su desprendida generosidad me permitió acceder a su entorno familiar, recibiéndome en su casa para responder no solo a cuestiones técnicas, sino a temas mucho más decisivos para mi vida posterior, pues por aquel entonces me debatía entre la posibilidad de continuar con unos estudios que me proporcionarían una seguridad laboral o dejarlos para convertirme en fotógrafo, lo que me conduciría, sin remedio, a una vida mucho más arriesgada, pero también más plena porque la alquimia fotográfica había anidado en mi corazón y ya no se separaría de mí.

Juan Castuera me prestó equipos fotográficos a los que yo no tenía ninguna posibilidad de acceder, con una naturalidad que aún hoy, todavía me conmueve. También me habló de autores, de fotógrafos que tenían su propio lenguaje y de cómo la fotografía no es solo una cuestión de técnica, más bien al contrario, el dominio técnico no es nada sin algo que contar, sin una historia que relatar con imágenes.

Don Juan, cuando yo lo conocí, trabajaba en la Sección de Fotografía del Departamento de Investigación del INEF, donde yo cursaba mis estudios universitarios. Allí trabajaba junto a su mujer Olga Piedras y el encargado de películas y filmaciones Rafael Muñoz. La mayor parte de su labor consistía en la microfilmación de libros y documentos de la recién creada biblioteca deportiva. Por lo que yo recuerdo, era un trabajo aburrido y mecánico, nada que ver con ese mundo de viajes y reportajes que yo deseaba y que Juan Castuera amaba, aunque nunca dijera una palabra al respecto. Tal era su discreción respecto a sus verdaderas pasiones y a su trabajo fotográfico personal, que a pesar de la cercanía y mi insistencia, no fue hasta después de muerto cuando pude conocer el verdadero alcance fotográfico del que había sido mi guía, mi auténtico maestro.

Fue gracias a un encuentro fortuito con su hija Ana, a la que yo había conocido cuando era una niña y que se había convertido en una excelente fotógrafa. Ella fue la que me dio a conocer los archivos que habían permanecido en un sótano, guardados en un baúl, durante 37 años. Tras un largo proceso de visualización, limpieza y catalogación, junto a su madre Olga, el archivo de Juan Castuera salió a la luz en el año 2000. Primero, fueron tres fotografías seleccionadas para la exposición “España Ayer y Hoy: Escenarios, costumbres y protagonistas de un siglo”, en el Museo Reina Sofía de Madrid. Al año siguiente, en el Museo de Pontevedra, se expuso “Juan Manuel Castuera: “Paisaxes e Retratos 1946 -1956”, una selección de 75 fotografías positivadas por Ana y la edición de un libro en el que pude rendir un modesto homenaje a mi maestro. Así fue como descubrí su pasión por los niños y el mar, comprobando la gran calidad del trabajo realizado durante esos años y comprendiendo que su impronta está presente en mis fotografías más allá de meras coincidencias. ¿Cómo se produjo esa mímesis de estilo y de técnica? No lo sé, ni me importa. Cuando la magia aparece ya no importa la distancia, ni tan siquiera la vida es cabal para seguir presente entre los demás. Las enseñanzas de Don Juan, el brujo alquimista de corazón generoso, están presentes en mí, hoy mucho más que ayer.




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