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Opinión - Miguel A. Parra
- 21/09/2019

Yo Lechuga

Biografía de una lechuga en primera persona

Almeria 24h
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Yo Lechuga


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Siento una inmensa felicidad al recordar los primeros días que pasamos mis hermanas y yo en este precioso valle, y es que desde entonces hasta hoy todo ha sido maravilloso, nuestra vida transcurre de forma dichosa y risueña en este verde y fresco vergel limitado al sur por un alegre riachuelo que alivia la sed a numerosos pajaritos y al otro lado por unas poderosas montañas que nos protegen del gélido viento del norte.

Al llegar la noche cantamos bellas canciones para agradecer a nuestros dioses el cuidado que de ellos recibimos. Parece que fue ayer cuando nada más llegar fuimos plantadas de forma meticulosa y en perfecto orden, de hecho, nuestros dioses tuvieron la sabiduría de colocarnos exactamente a la misma distancia las unas de otras para que los diversos sonidos de nuestras voces inunden el valle con una simetría rítmica que forma parte de un perfecto mosaico armónico que solo es interrumpido cuando alguna de nosotras hace una pequeña travesura cambiando la letra o el tono de una canción. Aunque hay quien se enfada por estas inocentes diabluras, yo pienso que nunca viene mal soltar unas risas para evadirse de la monotonía, que por deliciosa que esta sea, diminutas perturbaciones hacen nuestra vida más alegre aún si cabe.

Desde que éramos diminutos cogollos nuestros dioses nos han mimado bondadosamente dándonos agua cuando la necesitamos, limpiándonos y evitando que los insectos nos ataquen. Entiendo perfectamente que provoquemos la envidia de los demás seres vivos que nos rodean, ser una lechuga es ser alguien muy especial, somos verdes, frescas y alegres. Sin duda alguna, las niñas mimadas del campo. Si se nos mira por encima podemos parecer todas iguales pero nada más lejos de la realidad, cada una tiene su propio carácter, yo por ejemplo soy risueña y cantarina, muy dulce en el trato y con la particularidad de que hablo mucho, pero como no me gusta molestar a las demás siempre estoy hablándome a mí misma.

Nuestros dioses, aunque en principio también se parecen bastante unos a otros, con el tiempo les ves grandes diferencias. Unos son morenos y bajitos pero otros altos y rubios, unos son más alegres y otros más serios. Hay uno, que quizá es el que más sonríe, que es bajito de piel clara, rubio y con una buena barrigota que le hace balancearse graciosamente al andar, sobre todo cuando va con cierta prisa. En ocasiones ellos caminan entre nosotras con sus gigantescas botas, pero siempre van con el máximo cuidado para no lastimarnos, aunque he de reconocer que alguna vez he escuchado a una de nosotras quejarse de que le han aplastado una hoja, algo muy doloroso sin duda, pero que acaba curándose al poco tiempo. Es tanto lo que nos dan a cambio de casi nada que nosotras nos entregamos con toda el alma a entonar bellas canciones para que les acompañen en la oscuridad de la noche.

En este hermoso amanecer, el sol nuevamente nos regala su cálida luz que derrite sobre nosotras las frías gotas del rocío. Otro maravilloso día ha dado comienzo en este bendito paraíso. Sin embargo hoy me parece escuchar más ruido de lo normal, voces desconocidas de dioses se acercan. Que emocionante va a ser conocer a estos nuevos seres divinos. Seguro que vendrán a ayudar a cuidarnos, si antes estábamos bien ahora estaremos aún mejor. ¿Cómo serán? Rubios, morenos, altos, gordos… estoy deseando verlos.

Un momento… ¿Qué está pasando? Escucho gritar a mis hermanas de la parte de abajo, lloran desconsoladamente - ¿Alguien puede decirme que sucede? – Nadie contesta porque estamos todas muy asustadas. Los gritos cada vez suenan más cercanos. Dios mío, me ha parecido entender entre desgarradores llantos que las están arrancando por la raíz. No puede ser, ¿Donde están nuestros dioses para protegernos? Cada vez están más cerca, ya puedo verlos, han llegado a mi fila. Maldigo mi suerte por haber nacido lechuga, no puedo huir, vivo clavada en el suelo. Un horrendo escarabajo tiene más posibilidades que yo. Necesito una metamorfosis. Necesito un milagro.

Sí, por fin, un Dios de los nuestros ha llegado, él nos protegerá – Detenlos. Nos están masacrando - ¿Pero por qué no hace nada? Solo mira como nos arrancan las raíces con afilados cuchillos. No entiendo nada. No puedo soportar tanto dolor, creo que voy a desmayarme…

No sé donde estoy, debe haber pasado mucho tiempo. Siento un dolor muy intenso en mis raíces y es todo tan diferente, aquí no puedo oler la tierra ni ver el cielo. Solo puedo escuchar los sollozos de mis hermanas. Esperaba que al despertar todo hubiera sido una horrible pesadilla pero no, aquí estamos hacinadas unas sobre otras en un gran cajón sin otra posibilidad que llorar y gritar de dolor hasta perder el aliento. Se acerca un Dios, a este tampoco lo conozco ¿qué se propone? Nos está lanzando a una cinta. Cuándo acabará este maldito infierno. Voy a morir de dolor o de sed, no quiero morir, aún soy joven y verde. Soy una planta y necesito agua.

¡¡Tanta no joder!! Nos están regando con agua a presión y eso duele. Nos retuerce las hojas ¿Pero qué tipo de tortura es está? Esto empeora a cada momento, ahora me han metido en una bolsa y casi no puedo respirar. Creo que quieren asfixiarme lentamente ¿Qué hemos hecho nosotras para merecer esto? – Son unos malditos sádicos. Lo único que tengo claro es que esta situación no puede ir a peor.

Joder que no podía ir a peor. Ahora me han metido en un contenedor que hace un frio espantoso. No tirito porque las lechugas no tenemos ni esa capacidad – ¿Hermanas como estáis, alguien sabe que está pasando? – Solo lloran, no son capaces de hablar. Quizá ni puedan escucharme metidas como yo en estas asfixiantes bolsas. Nunca pude imaginar que alguien odiara tanto a las lechugas, que alguien fuese capaz de tomarse tanto esfuerzo para torturarnos ¿Por qué a nosotras?

Vaya, por fin nos están sacando de aquí, estas horas se me han hecho interminables. No soportaba tanto frío. Me pregunto dónde nos llevarán ahora.

Parece que ya hemos llegado. Hay muchas luces y resulta una locura la cantidad de colores diferentes que puedo ver. Nos llevan por pasillos girando una y otra vez. Por fin se han parado y nos están situando en una estantería. Nos tratan con cierto mimo al colocarnos pero el dolor que siento no me deja disfrutar de un trato que en principio parece amable recordándome al de nuestros primeros dioses.

- Hola, soy una lechuga ¿Alguien puede decirme que está pasando y dónde estamos? – Por fin escucho una voz que puedo entender. Es muy diferente a las nuestras, como más acida - ¿Entonces eres un tomate? ¿Podéis decir cada uno lo que sois?
A ver si me aclaro, vosotros sois tomates, los de enfrente son naranjas, mandarinas y limones, los verdes y rojos pimientos, a la derecha están las alcachofas y más allá los pepinos de piel arrugada y las de color naranja con un flequillo verde dicen ser zanahorias.

Me han asegurado que estamos en el apartado de frutas y verduras de un supermercado a la espera de que un “humano”, que es como llaman aquí a los dioses, nos elija para llevarnos a su casa. Espero que sea pronto y acabe de una vez esta maldita pesadilla.

Han apagado todas las luces y en mitad de la oscuridad ha comenzado a hablar el limón de mayor tamaño. Está diciendo cosas horribles como que seremos devorados por los dioses poco a poco. Asegura que la única intención de los humanos desde un principio ha sido hacernos crecer para después comernos. No puede ser verdad – ¿Cállate maldito limón, pareces idiota, es que no ves que estás haciendo llorar a los cogollos? No le hagáis caso pequeños, tiene un carácter agrio por naturaleza, los dioses nunca harían eso con nosotros.

Han vuelto a encender las luces, parece que comienza un nuevo día. Espero que me elijan hoy y me saquen de aquí, no sé si podría aguantar otra noche más escuchando al dichoso limón amargo, aún tiemblo por dentro cuando recuerdo esa aterradora historia sobre humanos que nos odian particularmente y solo comen frutas y verduras, si existen de verdad, los veganos y los vegetarianos son el mal en sí mismo. Su crueldad hacia nosotros es infinita, dedican sus vidas a devorarnos. Espero que no existan seres tan malvados.

Esta situación me está desbordando y está sacando lo peor de mí. Anoche insulté al limón y le dije cosas horribles, que aunque puede que alguna se mereciera creo que hoy debería pedirle perdón. No quiero que los demás piensen que yo soy así, soy una lechuga y nosotras somos dulces y alegres. No voy a permitir que esto me vuelva a pasar, no es educado decir palabrotas.

Hoy parece que han venido más dioses que ayer, la mayoría tienen cara de ser buenos aunque van todos con mucha prisa. Vaya ese Dios sobresale de todos los demás, que alto es y rubio. Me recuerda a uno que nos cuidaba cuando éramos aún cogollos. Fue siempre tan bueno con nosotras… Se está acercando y parece que me mira – Cógeme a mí, prometo que me portaré bien y cantaré todas las noches – Me está mirando fijamente. Me ha cogido, siiiiiii, por fin voy a salir de aquí – Adiós chicas, os deseo tanta suerte como yo he tenido. Todo es cuestión de tener paciencia, ya os tocará a vosotras. A ti limón, a pesar de lo que te dije anoche, también te deseo lo mejor. Estamos todos bajo mucha presión y debemos ser comprensivos los unos con los otros ¿Cómo dices? ¿Qué soy una estúpida lechuga que va feliz con su verdugo en dirección a su muerte? Tú sí que eres un gilipollas. No le hagáis caso a este imbécil pequeños cogollos que éste amargado solo dice mentiras. Ojalá existieran esos dioses vegetarianos que dices y te torturaran devorándote lentamente hasta darte la muerte –

Vaya, me prometí que no lo volvería a hacer y ha sido peor aún, creo que es éste maldito supermercado. Que ganas tengo de salir de aquí, además el carro está lleno de cosas que me están aplastando. Otra cinta más aunque esta es más corta. Para salir de esta especie de frontera que nos separa del exterior cada producto hace “Beep” pero yo no sé hacerlo. Ya casi me toca y no he tenido tiempo de practicar – Dejadme aunque sean unos minutos, sé que lo puedo conseguir – Be, bee, bi, no me sale y ya me toca, me echarán para atrás y volveré a la estantería biii, bapp, maldita sea, es imposible, estoy condenado. Ya me ha cogido.

“Beep”. Lo hice, sonó perfecto, igual que los demás. He estado a punto de quedarme aquí encerrada pero no, ahora me voy con mi nuevo Dios. Él cuidará de mí y yo le cantaré todas las noches. Sin duda soy una lechuga afortunada, tengo un Dios solo para mí, y encima alto y rubio ¿Qué más se podría pedir? Aparte de no ir aplastada por otros productos en esta bolsa de plástico.

Ya estamos en lo que creo que es mi nueva casa. Se ve todo muy bonito y con mucha luz. Espero encontrar aquí la felicidad de nuevo, creo que me la merezco después de todo lo que he sufrido.

Otra vez, qué manía con meterme en sitios fríos, supongo que tendré que ir acostumbrándome. Quizá lo hacen para cuidarme pero resulta muy desagradable para una lechuga no disfrutar del abrazo cálido de los rayos del sol. En fin, si mi Dios me pone aquí será como una prueba divina para fortalecerme en la fe. En este cajón hay más verduras, veo pepinos, un tomate y varias zanahorias – Hola soy una lechuga, acabo de llegar a esta casa – Que simpático el pepino, está siendo muy amable, sin embargo al tomate no entiendo lo que me dice, casi no puede hablar. ¡Ostras!, le falta un trozo, está cortado por la mitad. Dios mío ayúdale, tienes que poder hacer algo por él.

Parece que me ha escuchado y lo está sacando de la nevera y a mí también, y a todos. Esto puede ser muy divertido e interesante. No todos los días se ve a un Dios haciendo milagros ¿Pero que hace cogiendo ese cuchillo? No irá a…

No me lo puedo creer, lo ha hecho, ha despedazado al tomate. Quizá le ha dado la muerte como un acto de misericordia porque no tenía salvación.

¿Qué hace ahora con el pepino? Lo está despellejando vivo en un acto de crueldad extrema. Nunca pensé que un Dios fuese capaz de desarrollar tanta maldad. Estoy ante el puto diablo o quizá ante uno de esos dioses miserables que el limón llamaba vegetarianos – Deja en paz al pepino, bastante tenía con ser tan feo. Eres un maldito criminal ¿Qué te hemos hecho las verduras? Cómete un maldito chuletón y déjanos en paz– Dos de las zanahorias han sido sacrificadas cortándolas en finos trozos de forma meticulosa. Estoy comenzando a pensar que disfruta haciéndolo – Te lo estarás pasando bien cabronazo. Ojalá te cortaras un dedo -.

Ahora me ha cogido mirándome fijamente y está abriendo la bolsa ¿Se habrá ofendido por lo que le he dicho? Tiene que entender que para mí ha sido un shock. Ya estoy fuera de la bolsa. Qué alegría poder respirar bien, así podré explicarme mejor e implorar su misericordia y perdón.

Ay, joder, me ha arrancado una hoja – Eso duele mucho señor Dios, tiene usted que entender que para una lechuga esto…- Joder, otra. Me está despedazando tal y como contó que lo haría el limón – Serás todo lo Dios que quieras pero eres un hijo de puta – Y sigue el muy cabronazo, ya van seis. Tengo tanto dolor que casi no tengo fuerzas ni para insultarlo – Maldito bastardo vegano… -.

Ya ha parado y me ha metido otra vez en la bolsa asfixiante. Está removiendo los restos de la matanza que acaba de hacer como regocijándose. Devora nuestros trozos uno a uno. Es un sádico repugnante y encima en un platito, el muy cabrón se ha puesto un grupo de aceitunas que las devora aún estando vivas. Ojalá te atragantaras y calleras redondo al suelo.

Conmigo aún no ha terminado. Me guarda viva para seguir comiéndome otro día en una nueva matanza. Nunca hubiera imaginado un final tan aterrador, solo me queda esperar más sufrimiento y torturas hasta que me dé la muerte. Malditos vegetarianos, por vuestra culpa ser una lechuga es una puta mierda.


Fin




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