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Alarmante: Seis de cada cien españoles, se han visto afectados por alguna “enfermedad rara” después de que el PP, no siga gobernando. Mientras, en nuestra Andalucía, todos vienen a llevarse algo…, aunque sea un trozo de nuestro Sol pegado a su piel. Decía Confucio, sin temor a confusión, que las trampas están mejor hechas que la Leyes.
Vamos viendo cómo el mundo se quita de encima las viejas caras y, así, desaparecen Papas, Reyes, Presidentes, Gentes del Gobierno rapiñando recursos ajenos y que dan paso a otros rostros con voluntad de hacerse populares y afianzarse en lo más alto de la cúspide. Vana ilusión, proclamo: el oropel es perecedero, y la sentencia latina “Sic transit gloria mundi” (Sí… qué coño pasa?..., también sé latín) ratifica a diario su esfera de ley inmutable. Caduca todo, desde los yogures Hacendado hasta olvidarme de aquel hijoputa del Tren de la Bruja en que todos los escobazos, los recibía yo: sólo Jordi Hurtado permanece y se enroca perpetuo, insultante, vejatorio a todo mortal que se precie, como la vieja y pertinaz sequía de tiempos ya superados, allá por la Oprobiosa. Se nos fue un Rey con elefante incluido conservando sus colmillos afilados y apareció otro de caza menor pero con plebeya incluida. (Lo que puede alcanzar una plumilla para afianzarse una pensión vitalicia por medio jerárquico simplemente por compartir un real tálamo conyugal)
¿Y la República? Bien, gracias. Será añorada mientras no venga, después será otra cosa que sólo su implantación podría desvelar. El caso es que han rebrotado las inquietudes por cambiar el cromo de un rey por el de un presidente republicano o, mejor todavía, por consultar en referéndum qué prefiere el pueblo. Digan lo que digan, jamás se le preguntó a la ciudadanía acerca de sus deseos, y pretender que la monarquía iba en la marmita de la Constitución es una verdad a medias e interesada, sobre todo si se tiene en cuenta el contexto en el que se produjo la votación (1978). En el referéndum constitucional se ratificó la Carta Magna, y deducir que se optó por la monarquía es tan falso como creer que la Constitución garantiza una vivienda a todo el mundo por el hecho de afirmarse en ella que todo el mundo tiene derecho a la misma. Así que la pregunta sigue pendiente y hasta acuciante/exigible.
Dicen que la fortuna del Rey abdicante con “escopeta” en ciernes, estirpe del primer Borbón, ronda los 1.700 millones de euros y ni puta idea de haber participado yo en el recuento. Si es así, ha aprovechado el tiempo mejor que un mecánico de montaje, un albañil o un joven camarero de terrazas en verano. Esa cifra –incomprensible para unas matemáticas de Magisterio desordenadas como las mías - es un argumento más de sus detractores, presumiblemente equivocados si piensan que otra forma de Estado elegida estará exenta de albergar urracas con gruesas cuentas en Suiza. No hay más que ver el nivel de corrupción de este País entre las clases política, empresarial y hasta sindical para entender un País que ha sido gobernado por una Mafia al que le ha tocado asumir y soportar al pueblo llano. La pretensión de que un cambio de modelo en la Jefatura del Estado va a lograr la inmaculada pureza de quien la ostente, se adivina como una quimera. Algo utópico: Todo en función de lo visto. ¡Ojala me equivoque! Tengo a PODEMOS, en mi prisma como capaz de darle un vuelco a la situación.
Ojalá lloviera ética con nuestros jóvenes pero lo más probable es que sigamos como estamos, pertinaz sequía a que nos va a someter el Capital, mientras nos inducen a debatir si galgos o tortugas, nos roban la cartera: Unos en su rapidez y otras con parsimonia, pero hay que intentar el cambio: Las Repúblicas, no tienen corona ni Reyes besando la mano a Cardenales u Obispos de siniestras e infaustas presencias.
Nos metieron a otro Rey, y más nos valdría haber cambiado el paro por empleo, la crisis por el regreso a la prosperidad, los desahucios por la vivienda estable; acabar con los inmundos: Desterrar la miseria y dejar que los corruptos depositen el dinero antes de su ingreso en la trena. Pero todo esto requiere esfuerzo político y labor incansable de los agentes sociales, compromisos y acuerdos, tarea algo más compleja que sonreír a las cámaras, hacer discursos florales, desfiles militares, pasear figuras de cartón piedra para que el temor a un supuesto Dios no se disipe y pierda réditos económicos, o artículos – como en mi caso - que nada solucionan.
Juan Marcelo
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