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Mi regadera, aparca el libro de “Cincuenta sombras/sombrías de Albert Rivera” y me sugiere la posibilidad de dejar, en esta semana, la política y escribir algo que nos despierte una sonrisa; algo que necesitamos como el comer: (Dedicado a las/os que me leen y no escarmientan…) (Escribo un 20 de Julio, año franciscano/fálico, para la Agencia Aragón Press)
El verano que se nos aproxima ya acostumbra de manera diferente en la producción de emisiones y noticias. Rellena esta etapa junto a la Prima de Riesgo y demás parientes indeseables, y aparecen cual nebulosa hechos que durante el año, no suelen prodigarse. Hay por estas fechas cierta tendencia al desenfado y se pone en énfasis sucedidos más o menos jocosos/hilarantes. No quisiera que la noticia expuesta a continuación, les rompiera el ánimo. Si el Gobierno refleja la mentira como asentamiento nacional, he aquí otra cuestión que no es menor; es mayor, y que es lo que me preocupa y alarma.
Ayer, detuvieron a un hombre en el Aeropuerto Internacional de San Francisco porque tenía un pene de 24 centímetros en “sus horas bajas”, - es de imaginar que en “horas altas” no olvidaría adquirir dos pasajes – y la turgencia derivada de un hecho tan notable, levanto las sospechas de los aduaneros. Bueno, aclaremos: Yo no soy aduanero, pero también hubiera levantado la mía – no digna de sospecha – o, cuando menos, habría repuntando mi asombro contemplando a tan dichoso y envidioso ejemplar. Con esa medida, lo mismo podía esconder la producción de Pan Rico diaria, un palet de latas de sardinas Isabel o el submarino de Isaac Peral de Cartagena, todo ello, si es que la harina amasada, el escabeche de las sardinas o el periscopio, merecían la pena ocultarse como material de contrabando en tiempos de paz.
Tal fenómeno, me hace llegar a la conclusión que no hace falta enfrascarse en la poesía épica ni mirar una noche estrellada para descubrir la insignificancia de uno mismo. Vamos: Que con ese “calibre” los demás, no somos nada ni nadie. Cuando crees que has cruzado la meta o que has llegado a la ocurrencia de masturbarte con Esperanza Aguirre, ya expuse secuencias fidedignas de que yo no llegaría a nada; cuando estas dudoso de los pasos dados y curándote de los tropezones, luces y sombras, escasos éxitos y muchos fracasos…, aparece un tipo con una polla de 24 centímetros y encima, en reposo, y se te va el orgullo por el sumidero del hundimiento moral. ¡Cabrón…, mi escasa autoestima, por el fregadero! - proclamo resabiado.
Después, reflexiono y pienso: ¿Y qué ha hecho ese hombre? ¿Qué méritos podemos adjudicarle para presentarse de esa guisa en un Aeropuerto donde sospechan hasta del biberón del bebé o de un condón Pontelobien? Nada: ese hombre no ha hecho nada. Ha sido la poca equitativa Naturaleza, tan mezquina con algunos y que a otros, les ha premiado sus entrepiernas con un tesoro fálico. Lo trágico, es que un aduanero nos diga que nos desnudemos para “explorarnos” y analizo si eso sucede en la Terminal del Veinticuatro Centímetros… ¡Qué humillación cuando deduzcan los aduaneros que el “reposo” de nuestra picha, es su continuación! Podemos optar por decir que el invierno nos retrae algo más que la fogosidad espiritual, y si es verano… echaremos la culpa al malicioso aire acondicionado.
Noticias así, deberían estar prohibidas. Porque uno, mortal, normalito, y sin responsabilidades serias/consecuentes, puede soportar el agravio comparativo/martirizante. ¿Qué pasa con un hombre que lo tiene todo y se da cuenta de su ridícula y desnuda pequeñez de su miembro? ¿Corremos el peligro de que, decepcionado y acomplejado, en su cargo importante, tome decisiones inoportunas y lesivas para el conjunto de la sociedad acomplejado? Creo que esto, es lo que está pasando; ya que estamos siendo administrado por encubridores de minúsculos penes con la psique destrozada y las frustraciones de estos “nanodueños” de pichas exiguas que recaen y que daña a los administrados, sobre todo, nosotros, los náufragos de echar un polvo en condiciones exponiendo 12 centímetros, -aclaro, nada juguetón; no debe de estar para muchas juergas – no ofrece muchas dudas para que nos sellen el Pasaporte en San Francisco. (Álvarez Cascos, necesitaría visado) Quizás, deberíamos mandar a nuestros dirigentes a ese Aeropuerto y que los aduaneros, les echara un vistazo, Más que nada, por asegurarnos que dan la talla, sobre todo, la mental.
Mientras el avión del Aeropuerto de San Francisco, despega, sufre, pero surca el espacio con exceso de peso camuflado en una bragueta, seguro que al embarcarnos nosotros con “liviano equipaje” deseamos que haga escala en la capital de Sumatra, Supatre, ya que en dicho Aeropuerto, tienen la delicadeza y consideración de no revisar “paquetes”.
Juan Marcelo
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