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Tenemos tanto sentido del humor que nos resulta divertido y hasta cachondo que paguen más impuestos los que menos tienen que no los que más atesoran. No podemos quejarnos; este País, se nutre de carcajadas constantes: Pagar pensiones subiendo los impuestos, ya es hilarante y sumamente descojonante, y encima, nos hace pagar a los que mostramos desencanto total: Como si ese desencanto tuviera aranceles.
Cada día, se confirma que la ardilla de marras que recorría nuestra Península de árbol en árbol sin tocar suelo, ahora es capaz de recorrer la misma distancia entre corruptos y corruptos y son capaces de llegar a Islas donde carecen de arboles pero si de palmeras soleadas. Es lo que hay: Sindicatos que mutan la lucha de clases por la de sobres bajo manga. Empresarios de fuga fácil; políticos desahogados y profesionales de todo tipo con el denominador común haciendo la excelencia patria con ese choriceo tan genuino en nuestro País. Todo un catálogo de chorizos extremadamente ricos en cantidad y calidad. (La lista Falciani, - tan extensa como los discursos de la urraca parlanchina Cospedal - debe de representar un 0,001%, según expertos en opacidades y negruras del Capital.
Hay una pregunta que siempre me he hecho. (Me importan tres leches de donde vengo, quien soy y a donde voy, ya que mi final, es fácilmente deducible) La pregunta es: ¿Soy yo un chorizo? Esa duda específica, me ofende, atribula, duele, porque no resulta fácil contestar a la misma. Hay en ella implícita una cuestión metafísica que trasciende a la mera decisión de definirme.., y no es para menos: Cuando se observa el panorama y se constata que se ha asentado sólidamente la norma general de que una buena parte de los que han subido la escala de los llamados estratos sociales llegan arriba, delinquen y estiran la mano tanto o más que la manga, algo grave pasa. Algún motivo intrínseco hace aguas. ¿Llevamos en los genes nuestra condición de chorizos? Es más: ¿Podemos a afirmar, de verdad, sin cortapisas, que carecemos de esa “contravirtud” o realmente lo que nos falta es la ocasión para merecerla? ¿Si nos pusiera delante la caja registradora, meteríamos mano? O dicho de otra manera: ¿Nos sumariamos a ser el próximo Tesorero del PP? Esa es la pregunta que me llevo haciendo desde mi estudio sobre el Cerebro y Metamorfosis de un Político de Derechas. Quizás, yo, si hubiera sido tocado con la varita mágica del sufragio y hubiera alcanzado un cargo importante y público con sólida base de engaños y mentiras…, si me dieran la oportunidad fácil de esquilmar el dinero de los contribuyentes; ¿Me hubiera abstenido teniendo la casi completa seguridad de que no me iban a pillar? No soy capaz de responderme pero si se otras cosas que guardo en un calcetín roto en el talón que ni con la ayuda de un huevo cocido, soy capaz de zurcir. ¿Qué cosa es un político sin su dedicación a los demás? Si se analiza bien, esta dedicación, vista desde la honradez, es una labor vocacional de servicio al prójimo, de repartir los medios equitativamente, de socorrer situaciones, de elaborar leyes justas. No encaja bien y se descuadra quien no tenga esa voluntad férrea en las necesidades de los demás. Ahí es donde descansa, en todo caso, mi mayor merito: Como no me veo capaz de ese esfuerzo continuado y no doy la talla, - más preocupado en que mis atributos varoniles no se “vengan abajo” -, dejo el puesto a quienes de verdad valen para ello.
Sin embargo, hay algunos “bribones” que se encandilan de considerar la política como un oficio sin reflexionar que en dos minutos escasos que cuesta ponerse en situación y analizar cuál es su responsabilidad en el camino emprendido ya que lo importante es amarrar el sillón. Ellos, los que desmerecen, ni siquiera pensaron que ocurriría ante la tentación, como la superarían o si se dieran una buena hostia cayendo de bruces al suelo. No se dan cuenta que el ejercer la política requiere personas íntegras, que los filtros son escasos y que al final, su puesto lo ocupa cualquiera, lo cual demuestra, que muchos de ellos, no deberían estar ahí. Por ese simple razonamiento, llego a la conclusión de que la pregunta sobre si soy o no un chorizo es un planteamiento falso; que no debo hacerme la pregunta porque ya desistí esa posibilidad de hacerme político, a aspirar a un alto cargo o a situar mis manos cerca del cajón. Y lo mismo les lanzo, para que lo tengan presente y exijan firmemente reparaciones a cuantos abusan de su cargo sin ningún miramiento ético desde sus posiciones privilegiadas.
Juan Marcelo
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