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Pues si: Tenemos en bandolera no una idea española sino, como siempre, foránea; Se trata del Black Friday (viernes negro para los de zapatilla en inglés a los cuales me adhiero con ciertas lagrimas en los ojos por no descifrar todavía la Revolución, parte primera, de John Lennon en el Álbum Blanco…ya sabéis…, dada di, dada do…) en que ha ensanchando las sonrisas a nuestros comerciales. Se trata de rebajar hasta en un 60% a clientes en las próximas navidades. Datos a considerar es el engorde del precio para que el producto adquirido, haya salido con un sobreprecio del 82% desde que emergió de la Factoría. En, fin…, órdagos productivos en que ya está acostumbrada la población y no se descubre nada nuevo. (Siempre es alucinante pagar un artículo que sin rebajas pagas 100. Con rebajas, 50…, cuando su precio de origen es 21)
Nos ven, nos vigilan, nos encaminan, nos manipulan…, saben qué compraremos y qué comeremos. Saben de nuestros gustos y disgustos. Analizan si somos adictos a los botes de lentejas Hacendado o nuestra preferencia estriba en comprar el Jabón Marsella de los Bazares Chinos que te deja la colada exponiendo extraños dibujos galos como Asterix u Obelix. Da miedo saber que te tienen controlado y si te saltas el protocolo analizado en el disco duro del controlador de tu vivencia el masturbarte compulsivamente con la imagen de Esperanza Aguirre antes de su desayuno y sin maquillar, posiblemente, ya te asocien como adoctrinado con pasaporte a Siria y hayas cambiado la metralleta por la saludable paja.
Nunca espero ver una magna bronca entre mujeres: Considero que están por encima de las trifulcas y que actúan de manera más inteligente que los hombres; de ahí que me sorprenda observar una pelea entre ellas. En todo caso, llegado el momento, parece que tirarse de los pelos es historia y ahora se tiran de los carros de la compra como obuses del razonamiento. Ocurrió por culpa de un descuento intencionado. (Todos los descuentos comerciales, son intencionados) Tal vez no haya paradigma mejor concebido para expresar la fiebre consumista en medio de una crisis tozuda, pero no deja de ser una muestra de corte alienante la imagen sucedida un día pre-navideño en un gran Centro Comercial mientras me encontraba yo buscando, ávido y deseoso, a Cristina Cifuentes…, pero hinchable. O cabría afirmar que un descuento generoso en los juguetes, cuando hay que comprarlos en nombre de los Reyes Magos, saca lo peor de nosotros mismos. Qué sé yo o yo que se….ofusca mi mente sin creerme todavía que nuestro Chiquito de la Calzada ya no accione nuestro ánimo hilarante ni despierte una sonrisa muy necesitada en este País de consternación legendaria.
Dos mujeres, dos madres, en el Centro Comercial, se manifiestan tan capaces de traer nuevas vidas al mundo como de enzarzarse en riñas por meter en su carro la consola rebajada y creerse, ambas, en posesión de una razón basada en el hecho, cuestionable, de haber llegado ambas en primer lugar a la balda paradisíaca de la oferta suculenta. Muy penoso. Sobre todo, cuando la inteligencia de las mujeres, se sobra para dejar en un mínimo conceptual la penosa inteligencia de los hombres.
Hace ya un tiempo que el escritor y ensayista, Sánchez Ferlosio, matizaba en uno de sus libros el desarrollo progresista plasmado en base a simplezas, aunque realmente no son tantas, como el cambio experimentado por una sociedad de que antes IBAS A COMPRAR y ahora VAS DE COMPRAS.
Por no hablar del giro empresarial aplicado al producto resultante de la elaboración, cuyas cualidades fueron en tiempo refrendadas por la inversión, mientras que hoy la mayor parte porcentual del artículo, es marketing y publicidad, siendo la calidad barniz/aderezo justito, que es lo inevitable para que se sostenga el género en pie dando inicio a las batallas, como en este caso, entre féminas empujado carritos hacia el rotulo de “ofertas”. (Cierto comercial alemán en Bremen- Hafen, árabe de procedencia, me confesó que las ofertas no existen.
Es simplemente la saturación del stock almacenado y lanzar al mercado el sobrante pero sin perdida. Se rebaja y limita los costos de producción y se añade en un 26% a su salida de modo que cuando llega al consumidor, siempre paga más de lo que ha costado su producción, por lo tanto, hasta con “rebajas” te la están metiendo doblada”) Genuino léxico árabe que hasta un noruego lo entiende, y este, mi emisor, era turco. (Hay 1.187 dialectos árabes. Aprovecho para los que me preguntan a menudo sobre el tema, les digo que el marroquí no es árabe, es cherka; dialecto, Si pasas de Tarfalla/Agadir hacia Mauritania, no lo entenderían. Otro dialecto difícilmente entendible) El árabe puro, es de la RAU.
Volviendo a esa imagen descrita de la reyerta de dos mujeres, en plena vorágine comercial, confluyen las deducciones del pensador Ferlosio: la ofensiva de tirarse de los carros porque es ese artículo, y sólo ése, es el que los Reyes quieren para sus hijos; y, por otra parte y lejos de pensar, ¿Qué coño de producto puede aguantar una rebaja de la mitad del precio, si antes no se ha inflado su valor de manera exagerada como digo anteriormente?
Importa la posesión, llegar primero, todo antes que un somero análisis sobre la auténtica necesidad de la compra o el estudio mínimo de una alternativa. (El ir a comparar un rábano y llenar el carro. Más tarde, al llegar a casa, te das cuenta de que has comprado lo innecesario y te falta lo necesario; el rábano, motivo de la excursión comercial) Puede que tengamos el consumismo metido en vena, y la crisis no ha conseguido otra cosa que aletargarlo en determinados casos, pero es evidente que somos víctimas de una ansiedad incontrolada por adquirir lo que no necesitamos, obviando de lo que nos hace realmente falta.
¿Es eso malo? ¿Pernicioso? ¿Infernal? No soy quién para decirlo: Sólo puedo apuntar la tristeza que produce ver a dos mujeres peleándose por un producto ilusionante en que más tarde, se convertirá en un cachivache roto en manos de su gente menuda donde prevalecerá siempre la trifulca/escándalo en su adquisición o dudoso trofeo en la batalla.
Quizá hayamos errado al intentar meter la esencia de la Navidad en un carrito de la compra donde ya te sugieren alternativa de compras que proponen seres de inmaculada confianza en exposición como el niño Jesús anunciando los potitos Nestlé. La Virgen María con el Fairy en el fregadero o a San José con un manual de Fácil Bricolaje en Casa. (Cosas que puedes necesitar) Quizás el carrito de la compra es la autentica Navidad o en mi caso, más moderado, - sin llegar a hostiarme con ningún competidor -llevar mi Navidad en un carrito a Esperanza Aguirre hacia mi catre o a Cristina Cifuentes pero con parches incluidos.
Juan Marcelo
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