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“La tentación es fuerte, nadie lo niega, pero llega un momento en que te caes de ella y te pone los huevos al sol carente de cualquier dignidad” Parábola del Santo y Beatificado Santo Varón, J. Marcelo, en su diáspora por el Instituto NOOS. (No parare hasta que me incluyan en el Santoral bajo la aquiescencia de mi hacedor, el Cardenal Rouco Valera) “Día de San Juan Marcelo Cañal, dudoso y sospechoso mártir” Suena bien.
Transcurridos unos años, y entre bronceados en playas paradisiacas y la sutil penitencia de “que aquí, no ha pasado nada” me da por cavilar de que la vida del olvidado Urdagarín (¿lleva tilde en la “i”? debería llevarse al cine. Cualquiera no tiene seis testaferros y un negro intelectual, luego nos encontramos ante un personaje de metraje largo que haría las delicias de la productora de Almodóvar “El deseo” que puedes acentuarla como te salga del culo.
Aquí, la historia de Urdangarín, no atendería al típico y tópico desarrollo de quien, saliendo de la nada, alcanza la gloria, pero sí podría ser la de un ambicioso caído en la marmita de su prepotencia, hasta confundir las normas y leyes con la letra y firma de un cheque en blanco. Con cinco euros de comprensión, tampoco resulta asombroso verse cegado por los focos de un escenario, cuyos vatios deslumbran la escena hasta el punto de iluminarte con un rey como suegro y una infanta como esposa. Con esos roles encima de las tablas, cualquier ambicioso puede imaginarse que la función no va a terminar nunca y que jamás vendrá alguien a arruinarte el atrezzo.
Tristemente y al tiempo que el Gobierno carga la caballería ligera contra los pensionistas que ya pagamos nuestra pensión y al pueblo de a pie sin muletas, constatamos cómo la rufianería es una fábrica que no detiene su producción en las 24 horas del día ni tampoco cierra sus puertas durante los fines de semana para visitar el Hotel Algarrobico. Aquí no hay ningún Pokemón a eliminar, ni se le espera.
De las tropelías descubiertas hasta ahora, muchas veces gracias a los medios de comunicación, asustan, por encima de la oferta existente, las que aún restan por descubrirse: Si levantado el pico de la alfombra asoma semejante montón de mierda da que pensar: ¡Qué puede ser esto cuando quitemos la alfombra entera!
Y si individuos que no son yernísimos ni esposísimos se atreven a robar, estafar, esquilmar y ensuciar a guantazo limpio en este País de amenazante 155, es porque en su fuero interno están convencidos de que nunca los atraparán, ¿Qué no planteará a su descaro quien se codea de tú a vos con un suegro campechano que, encima, es Jefe del Estado con un cadáver de elefante como cetro? En ese sentido es más comprensible - no admisible, aclaro - la apuesta de Urdangarín que la de esos chorizos incardinados en los aparatos de los partidos políticos, en las ingenierías bancarias, en las patronales o allí donde metan mano. (Arduo trabajo es meter mano antes de que otro se lo lleve)
Ahora bien, da la impresión de que tanto unos como otros terminan por perder la olla y discurrir que son “Supermanes tipo Ruiz Mateo”, y que nadie olerá el hedor de sus cloacas, y terminan por considerarse a sí mismos intocables.
Eso es, precisamente, lo que me obliga a pensar que hay mucho sinvergüenza todavía por desenmascarar y sospechar de cualquier vecino aferrando su maleta. Las chorizadas generalizadas, como ocurre en este país, no pueden crecer ajenas al mimetismo, cuya capacidad para clonar o repetir ladrones robotizados, está más que demostrada. No pueden faltar quienes imiten a otros porque la feria les ha ido bien y en la Tómbola, siempre aciertan y la “chochona” del trinque en comisiones, es premio de consolación.
En cualquier caso, los síntomas de esa sensación de inmunidad son evidentes. ¿Cómo si no puede nacer el arrojo de plantear a Aguas de Valencia - lo hizo Urdangarín - un trasvase entre el mar Muerto y el Rojo. (Menos mal que no encontró el Mar Verde Oscuro) Importar focas de Túnez y comercializarla en Groenlandia. Pedir la devolución del IVA de un disco que no llega a tres euros. Convertir a Las albuferas en un Parque Temático ¿Hasta dónde puede llegar alguien a creerse por encima del bien y del mal? Sobre todo, del bien. (Menos mal que las naranjas valencianas siguen exponiendo su genuino color porque si lo dejan, el rosa, color preferido de su esposisima, presidiría nuestras mesas)
Ladrones los habrá habido siempre; libertad de expresión, al menos la que tenemos, no.
Dicho esto –asombrado pero extasiado de mi manera de discurrir no muy usual en mí-, hoy concurren dos circunstancias que hacen a esta gentuza mucho más impresentable: Por un lado, el ataque a una democracia que prostituyen a su manera, aprovechándose de sus lagunas o amparándose en presunciones, es decir, lanzando ataques de demócratas convencidos luchando contra su propio sistema; y, de otro, destaca la ausencia de ética para cometer las fechorías y hacer que alternen en la prensa sus escandalosos titulares con otros que hablan de desahucios, pobreza, desempleo, hambre y hasta miseria.
El uno roba y el otro es desahuciado. ¿Cuál de estos titulares leeríais antes? (Para el/la que acierte, prometo regalarle un poster con la imagen de cierto y próximo Concejal de Urbanismo a todo color que presida vuestra cabecera de la cama)
Juan Marcelo
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