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Con la aprobación de una nueva Ley en el Parlamento catalán para convertir a Cataluña en una república independiente, se formaliza más si cabe el proceso para que Cataluña deje de formar parte del territorio español. El problema sigue ahí, y parece que va para largo, ya que ni los políticos independentistas catalanes y mucho menos el Partido Popular van a ceder en sus ideas políticas y de unidad nacional.
Realmente Cataluña ha sido un problema (con distinta intensidad) desde 1714, sobre todo para la identidad nacional. Muchos catalanes nunca se han sentido representados por el Estado español, otros se han sentido maltratados. Cuando volvió a España la democracia, el proyecto más inmediato para los catalanes fue el de formar una comunidad que se basase en la democracia. España estaba sumida en toda la vorágine de lo que representaba la Transición.
Pero, el tiempo pasó y Cataluña se asentó definitivamente como una nación democrática, dentro de la España de las comunidades autónomas. Y se volvió al pensamiento de un tal Lluís Companys y otros líderes catalanistas, la República Catalana. ¿Cómo se solucionó el primer problema catalán en la Segunda República? Con diálogo, algo que en pleno siglo XXI y con una democracia que se supone mucho más madura no se ha podido hacer.
El problema catalán viene desde el Estado central, con un gobierno que es incapaz de movilizarse y acudir al diálogo con los dirigentes catalanes. Artur Mas jamás fue un político independentista, las circunstancias políticas lo han hecho independentista. Mientras, el Partido Popular se aferra a la Constitución y a la Ley para intentar paralizar un proceso que parece cada día más imparable en Cataluña y en España.
Hay que entender que España es una nación de naciones, con regiones mucho más antiguas que incluso el propio Estado español. Es por ello, que si no se logra dialogar, la situación va a ir a peor, y no sería nada bueno para España que el gobierno central acabase cerrando el Parlament de Catalunya. Si ocurre esto, estaríamos demostrando al mundo que esto de la democracia sigue estando muy verde en España.
Miguel Ángel Cayuela Berruezo – Historiador
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