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Medio año transcurrido donde 36 mujeres han sido asesinadas por iluminados machistas que posiblemente no bailaban el Reegatón. Se pierde la cuenta de las maltratadas y el anodino caso de Juana Rivas. Fiebre discotequera haciendo caso omiso de la amenaza del “muy americano” Donald Trump advirtiendo a Corea del Norte con incendiar ese País mientras los compases latinos hacen de pirómanos en las discotecas.
Eran otros tiempos donde se bailaba en las discotecas americanas el “Bamboleo” de Gipsy King Después vino la “Macarena” de Los del Rio y hoy en día, el “Despacito” de un tal Fonsi. Cuerpos, piernas, y ondulaciones de caderas bien sincronizadas con letras machistas con prometedoras y satisfactorias posesiones varoniles. Todo ello, acompañado de esculturales bellezas sabrosonas que jalean a los escoltas más viriles y vigorosos de la tribu latina. Importa tres leches quién la cante: Lo que se trata es el acoplamiento compulsivo y en vertical. Roces, sobos y meneos incitadores que vulneran la dignidad femenina muy propensa a sintetizar y consentir la violencia sexual e incitación a la viveza/estirpe de los machos dominantes.
La música, son sones acompasados y rítmicos…, tonalidades audio cadenciosas. Se decora con vivos acordes para que tenga cierta prestancia/encanto de los que la escuchan. (No en vano, es el idioma que todos entendemos) Cuando se le incluye la letra, ya es otro “cantar” (He sobrevivido a las canciones de los Mustang, aunque es cierto que no levanto cabeza desde su versión del “Submarino Amarillo” de The Beatles. Más tarde, surgió lo de la “Ramona pechugona” de Esteso, que anidó en mí un carácter antisocial que me hizo odiar a todo el mundo: (De ahí, mi carácter y semblante adusto, severo, y constantemente encabronado)
Nuevas versiones de mulatos de cuerpos esbeltos/fibrosos y caderas bailongas, orquestan los ritmos, genuinamente caribeños, que favorece el acoplamiento erguido. Son genes perdurables que remontan a una etapa donde una chica y un chico, menores de edad, hacían las delicias de una Lambada bien sincronizada con cierta vehemencia voluptuosa. No hace falta decir que soy un incondicional del Abbey Road de The Beatles . Que me descalzo para oír a Beethoven o me paso las horas muertas escuchando a Manuel de Falla para percibir o notar que el Reeguetón de Fonsi, con su ritmo calculado - como para incendiar las neuronas mas marchosas y el video que lo ilustra con caderas aquí y otras allá donde solo falta un Gurú manejando la batuta esparciendo sus plumas al voluptuoso y sensual ambiente– que solo provoca fantasías de posesión hacia esos cuerpos de féminas suculentas que asienta y consiente el poderío masculino en todas sus facetas.
Seria de Juzgado de Guardia una de las estrofas que reza, “Y es que esa belleza, es un rompecabezas pero para degustarla, aquí tengo mi pieza”
Quizás sea reminiscencia antropológica de Países centroamericanos donde la esposa ocupa el puesto de la madre. La ancestral “mamita” donde los dones y cuidados ofrecido por esa madre en su crianza, le corresponde a la servil compañera para sacarlo adelante: Una segunda “mamita” resignada, a veces complacida, donde el varón expone y señala a satisfacción el feudo de su bigote y la tiranía de su género.
Digno de observar en el video-Clip, es el músico obeso que olvidando su dieta de coco, actúa cual Centurión en una banda de pajilleros que exhiben su frenesí machista con hembras prodigas. Todos alojados en un chalet para encumbrar a el Olimpo; al trovador crápula/vicioso asegurando que una de esas chicas, es el amor de su vida habiendo tantas.
Este detalle, debe de constituir un problema a los cantamañanas y encima les llueve las ofertas ya que es capaz de encontrarle a la mujer, sus genes voluptuosas. Seguro que le encuentran también cierto atractivo sensual /erótico a mujeres de todas edades que trabajan embalando sandias hasta las tantas de la noche. Una balada despertando sentimientos carnales cuando una mujer friega escaleras de cuatro pisos. Juventud de féminas sirviendo cervezas en cualquier terraza 16 horas sin tiempo para echarse unos bailes del “sabrosón Reegatón” (Seguro que ya han pensado en ello) Mientras, no veo un arrebato de rebeldía/sublevación y hasta denuncias en Colectivos Feministas tratando de atajar el comercio y exposición de la mujer como cosa u objeto. Parece ser que –difícil equivocarse – se encuentre con ciertas trabas legales y ya se sabe… en ciertos Países como el nuestro, la Justicia y legalidad, va despacito…, ¡pero muy despacito!
Juan Marcelo
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