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Opinión - Al-Hakam Morilla Rodríguez
Presidente de la Mesa Nacional de LIBERACION ANDALUZA - 27/08/2016

Feminicidios impunes

“El mundo “occidental y cristiano” no es una cruzada de ideas sino una realidad económica, política e histórica”. John Willian Cooke

Almeria 24h
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Feminicidios impunes


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Lo peor de obstinarse en forjar estaditos de opinión, entregándose a la infame escuela propagandística hitlerista o estaliniana, consiste en que al final el problema se agrava. Así el anacrónico burkini mojigato se revestirá de la seducción por lo prohibido, y el higiénico y saludable naturismo se tornará cateto o anticuado, hasta de mal gusto. Francia, la moderna patria de la Ilustración, persigue por las playas los atuendos femeninos con idéntica saña inquisitorial que las brigadas político-sociales de la primera mitad del franquismo.


Y aún hay algo muchísimo peor. Tanta nauseabunda moralina hipermediatizada ha llevado a situar en un segundo plano el juicio a un fanático genocida y profanador en Tombuctú (Mali) de tumbas veneradas, de la primera universidad del África negra (la mezquita de sidi Yahia el andalusí), quemando sus manuscritos únicos. A las mujeres también la barbarie pseudoislámica las obligó allí a abandonar las vestimentas típicas de su país. Si no se dicta una pena máxima ejemplarizante que siente jurisprudencia, contra ese facineroso psicópata -amamantado por la CIA y el Mossad o no- en La Haya, deberemos prepararnos para un porvenir ominoso, sombrío... desvelador de complicidades aterradoras, de resonancias orwellianas.


Este toma y daca de cierto mezquino patriarcado cobarde de fantoches viene de lejos, desde una orilla u otra del Mare Nostrum. Resultan muy arbitrarias las imágenes desenfocadas que se proyectan sobre nuestras vecinas del sur del Mediterráneo. Espejos cóncavos donde volcar frustraciones propias o disimular la envidia. A la carta, por supuesto, y según convenga. Así cuando primaba en el XIX la represiva moral puritana, erigida en su máxima adalid la reina Victoria, los pintores europeos al reflejar la civilización de Las mil y una noches destacaban por esas fechas su obsesión por los harenes, las odaliscas, la desbordante sensualidad de "las otras", devenidas por entonces paradigma ninfomaníaco de obscenidad triunfante.


Por el contrario en la actualidad, las autonombradas paladines de la libertad locales se han propuesto demonizar a las del burka, el chador o el hiyab, aunque no sean más que una minoría en muchos países de mayoría musulmana, y no tuviesen derecho a llevar atuendos tradicionales al igual que las hindúes el sari, o el típico vestido de chola con bombín las de los Andes. Aunque claro, si algo no cuadra con el estereotipo a fabricar en la campaña de satanización, puede solaparse con cinismo. Lo mismo que se encubren o minimizan las clausuras conventuales de casa, y los inventos para infligirse dolor -flagelos, cilicios, ortigas, cinturones de castidad o penitencias mil- produciendo involuntarias "poluciones" sadomasoquistas, culpabilizadoras y ridículas.


Y ahora que el vicario porteño de Cristo pretende abrir por mendaz gatera el "feminismo católico", a través de un rácano postigo, con el proyecto de que "diaconisas" o sucedáneos levíticos puedan oficiar misa, conviene recordar las dificultades de la empresa a la luz de su doctrina e historia canónigo-patriarcal de siempre. No entraremos en detalles de cómo los dictadores católicos Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, los latinoamericanos y de otras partes del mundo, han considerado a las mujeres. Puede resumirse en las famosas tres kas del nazismo: kinder, kirche, küche o niños, iglesia, cocina, sin abundar en detalles marginadores para los que una enciclopedia dedicada sólo a este tema se volvería insuficiente. Ver la paja en el ojo de la mora ajena puede resultar útil para esconder no ya las vigas de las aberraciones propias, sino hasta para solapar agujeros negros estelares. Aunque el consumo de tan zafio apostolado seglar sólo se vuelva privativo para tragasapos nacionalcatolicistas sin empacho.


No olvidemos que hasta el Concilio vaticano I las mujeres oficialmente no tenían alma, estando a la misma altura que las bestias. Útiles únicamente para la servidumbre del marido, el padre o el hermano. Vientres instrumentados para la procreación. Cuando Europa entraba en el Renacimiento, el imperialismo castellano se obstinó durante siglos en permanecer en la Edad Media. La función social de las mocitas consistía en casarlas obligadas por interés para engrandecer el patrimonio o nombre del pater familias, o hacerlas monjas bajo coerción familiar, o encubierta monjil.


Ya desde el Génesis, Cap. 3, tras crearla subordinada de la costilla del macho, se criminaliza a la mujer por toda la eternidad: por culpa de su traición con el diablo, en forma de serpiente, perdieron según creen el paraíso original. Para terminar de arreglar la desatinada discriminación ab initio prosigue más adelante Gn. 19,8 "Los hombres de Sodoma querían violar a dos ángeles y Lot dijo... He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré afuera, y haced de ellas como bien os pareciere: solamente a estos dos varones no hagáis nada, pues vinieron a la sombra de mi tejado.

" Poco después incluso, en Éxodo 21,7 nos recuerda el Pentateuco que "Cuando un hombre venda a su hija como esclava...", no la liberará tras pasados seis años como se debe obrar en caso de ser hombre. Y prosigue el sagrado Libro judeocristiano en Números 31. 17-18: "(...) maten a cada mujer que haya yacido con un hombre. Pero todas las mujeres jóvenes que no hayan conocido hombre... mantenedlas vivas para vosotros." Y para los capillitas expertos en condenar costumbres donde Simeón perdió el turbante, continúa su sacro Texto en Deuteronomio 25, 11-12: "Cuando algunos riñeren juntos el uno con el otro, y llegare la mujer del uno para librar a su marido de mano del que le hiere, y metiere su mano y le trabare de sus vergüenzas, la cortarás entonces la mano, no la perdonará tu ojo." Por no hablar de Jueces 19, 25: "Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre su concubina, sacósela fuera: y ellos la conocieron, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y dejáronla cuando apuntaba el alba." (La mujer moriría a causa de la brutalidad). ¿Eh, quién lanzará la primera piedra salvo los triperos fariseos tiralevitas de toda la vida, con mucha menos dignidad que vergüenza?


Podría objetarse que esas aberrantes costumbres arcaicas hay que endosárselas a los hebreos cual si el antiguo no fuese también Testamento para los catolicistas; pero si nos vamos al precursor de lo que a partir de san Jerónimo y el sanguinario tirano Constantino denominamos 'cristianismo', Saulo de Tarsus (nacido en la actual Turquía), podríamos quedar anonadados. Así nos imparte su magisterio el converso san Pablo en 1 Corintios 14, 34-35: "Hagan como se hace en todas las Iglesias de los santos: que las mujeres estén calladas en las asambleas.

No les corresponde tomar la palabra. Que estén sometidas como lo dice la Ley, y si desean saber más, que se lo pregunten en casa a su marido. Es feo que la mujer hable en la asamblea." Y sin descanso para despejar las dudas pontifica el predicador de Tarso en Efesios 5, 22-24: "(... ) El hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual es asimismo salvador. Que la esposa, pues, se someta en todo a su marido, como la Iglesia se somete a Cristo." Aunque esto no está a la altura de la evangélica faena de 1 Corintios 11, 3-9, dedicada a tantísima hipócrita bautizada que mira de reojo o critica a las de su mismo sexo con pañuelo, donde las condena con dureza el primer maestro de Bergoglio, Saulo, el mismo que se cayó de la acémila caminito de Damasco: "Mas quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre, como el hombre es cabeza de la mujer, y Dios lo es de Cristo. Por donde si una mujer no se cubre con un velo la cabeza, que se la rape.

Y si es cosa fea a una mujer el cortarse el pelo o raparse, cubra su cabeza. Lo cierto es que no debe el varón cubrir su cabeza, pues el es la imagen y gloria de Dios; mas la mujer es la gloria del varón. Que no fue el hombre formado de la mujer; sino la mujer del hombre; como ni tampoco fue el hombre criado para hembra, sino la hembra para el hombre." Y para terminar de arreglarlo asimismo anuncia el firme sendero de la redención a toda mujer cristiana en 1 Timoteo 2, 11-15: "Las mujeres escuchen en silencio las instrucciones con entera sumisión.

Pues no permito a la mujer enseñar ni tomar autoridad sobre el marido; mas estese callada. Ya que Adán fue formado el primero, y después Eva. Y además Adán no fue engañado, mas la mujer, engañada, fue causa de la prevaricación de la caída en el pecado. Verdad es que se salvará por medio de los hijos, si persevera en la fe y en la caridad en santa y arreglada vida." No, no estamos hablando de interpretaciones personales de amargados clérigos fuera de tono o con gastritis, sean de la religión o nacionalidad que sean. Nos remitimos a su primer Vademécum sacralizado, sin interpretaciones torticeras o descontextualizadas. A la Fuente misma que mana hacia los caletres de sus devotos seguidores.


Si acaso albergamos conflictos hermenéuticos, doctores, sabios y padres tiene la iglesia de Roma para despejarnos la sesera. Por ejemplo san Agustín de Hipona (nativo de la hoy Túnez) en su "De Trinitate": "Nada rebaja tanto a la mente varonil de su altura como acariciar mujeres y esos contactos corporales que pertenecen al estado del matrimonio." Y asevera el mismo maestro de las que con infatigable tesón llevan a sus hijos a las catequesis: "Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer... No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños." Y si acaso desmayase su fe al vestir a los chiquillos de nazarenos nos desvela el magister magistrum del trinitarismo: "Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones.

" No será éste el único incombustible machista de altura intelectual cristiana. El santo padre Tertuliano, que da nombre a los estómagos agradecidos que expelen sus verbales defecaciones malolientes islamófobas por los media, las execra en su "De culta feminarum" sin cortarse un pelo: "¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo tuyo vive en esta era: la culpa debe necesariamente vivir también. Tú eres la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol prohibido; eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció a aquél a quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de fácil destruiste la imagen de Dios, el hombre. A causa de tu deserción, incluso el Hijo de Dios tuvo que morir." Y concluirá siglos más tarde el sapientísimo católico santo Tomás de Aquino en su Summa Theologica: "En lo que se refiere a la naturaleza del individuo, la mujer es defectuosa y mal nacida, porque el poder activo de la semilla masculina tiende a la producción de un perfecto parecido en el sexo masculino, mientras que la producción de una mujer proviene de una falta del poder activo." Por naturaleza defectuosa, cosificada máquina, y mal nacida...


Observemos que no se trata de fenómenos puntuales o de meteduras de pata extemporáneas, como la célebre del cardenal Bellarmino al invocar como argumento de autoridad frente a Galileo en 1615: "Afirmar que la Tierra gira alrededor del Sol es tan erróneo como proclamar que Jesús no nació de una virgen." No aludimos a sentencias de nadie ensoberbecido por una dictadura clericalfascista, del estilo de alguna de aquellas del médico y jesuita Federico Arvesu, a lo Vallejo-Nájera con pretensiones de cientifismo, en su penosa y deleznable "La virilidad y sus fundamentos sexuales" de 1962: "El organismo de las mujeres está dispuesto al servicio de una matriz; el organismo del hombre se dispone para el servicio de un cerebro." El despotismo patriarcal revestido de esperpéntico "feminismo" falaz es connatural a la doctrina sexual de la Iglesia, ya va para dos mil añitos de nada, y tragaderas que no faltan.


Por todo ello nos conduce al estupor el hecho de que el baluarte periodístico progre de referencia, el de Cebrián, o los secuaces del escrupuloso Susanato a la hora de imponernos su neolengua sexista, se refieran a "mujeres sacerdotes" y "mujeres obispos", cuando debieran apostar en coherencia por nuevos vocablos del tipo de sacerdotas y obispas, porque las primeras no gruñen y las segundas no pican. ¿O acaso conciben el "feminismo", por el que abogan algunas incluso subvencionadas, como un burdo remedo de las bravatas del clásico macho arrogante sólo que con bragas? Porque para ese viaje de farsantes viragos, tarascas y harpías al servicio del patriarcalista estadúnculo del Lacio, cedido por Mussolini a los antecesores del papa, no son menester alforjas...


Al-Hakam Morilla Rodríguez, Coordinador nacional de Liberación Andaluza






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