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Opinión - Juan Marcelo
(La Regadera) - 15/07/2016

EL ARTE DE LA TORTURA

Almeria 24h
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EL ARTE DE LA TORTURA


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Veo insólito, y despierta en mí un gran repudio, en que hoy en día se expongan argumentos, o juicios razonables que se mantengan en pie, a favor del sacrificio y tortura de un animal, para que la muerte del mismo, despierte tanto alborozo, deleite, gozo y diversión. En mi condición de ser humano; inaudito y aberrante.
Siempre me ha corroído, como español, el aforismo descarado e inquieto de aquel “lumbreras francés” de que: “Europa empieza en los Pirineos”.Hoy en día, parte mis dudas a su significado, han quedado saldadas viendo el sangriento y repugnante espectáculo de las Corridas de Toros. La tortura de un animal hasta la muerte, tiene que ser un espectáculo gratificante.

El llamado arte del torero consiste en convertir al toro en un guiñapo sanguinolento: un amasijo de carne triturada y despellejada demostrando al mundo nuestra precaria y dudosa civilización. Es la cuidadosa filtración actual de las masacres de los Bárbaros.
El arte es creación. Emular, perfeccionar de lo que otros han hecho o creado no es arte sino un seguimiento, (posiblemente con nuevas novedades o nuevos “apaños”) de lo que ya existía o estaba presente. Hablar del arte de los toreros es similar a un Álbum de Cromos. Siempre falta algo o alguien y cuando se consigue el relleno, pasa al olvido. El llamado arte del torero no perpetua el embeleso y si la enajenación por que a través del tiempo, queda como un bochornoso testimonio de la barbarie que aún se conserva. La tortura no puede ser cultura por que el canibalismo no es arte. Sonrío con cierta benevolencia cuando muchos opinan que la desaparición de las corridas de toros seria la exterminación del toro. Que ese animal esta destinado a morir en una Plaza de Toros y parece ser que no tiene otra función. Quizás en sus alocuciones a favor del mal llamado Festejo, olvidan que el toro no nace bravo sino que lo hacen bravo a base a ensañarse con el, en acosarlo, zaherirlo y multitudes de caídas bruscas y dolorosas muy proclives en las Dehesas españolas.

El toro, muy lejos de pensar que su muerte despierta aplausos y vítores de los demás, también sirve para semental. El toro no desaparece porque no sea él, el sanguinolento protagonista, siempre con el doloroso y dudoso honor de quedar sin vida después de recibir tanto castigo; vomitando sangre y destrozado por dentro. También, (formando parte del “ritual-festín”) está claro que su muerte no despierta ninguna piedad ni compasión a los asistentes a este impúdico verbeneo.

Seria interminable la lista de animales que pululan por nuestro entorno de poca incidencia en nuestras vidas. Muy pocos de ellos, se ven abocados a suplicar ante la injusticia mientras el toro; si clama clemencia. No comprende a que viene tanta saña. El merecer tanto castigo. El porque ese destrozo interior que sufre al recibir la espada. La destrucción y estragos de órganos vitales que la misma tiene penetrando en su cuerpo. El toro nunca llegara a comprender el por que de la chulería del torero al recibir aplausos y reconocimiento después de haberle aplicado el refinamiento de la tortura. Después de haber logrado que su muerte sea tan meticulosa y exquisita.

Algunos aluden a la igualdad de condiciones. ¡No hay igualdad de condiciones! Si el torero mata al toro, se convierte en ovaciones. Si el toro mata al torero, le echan otro “maestro “matador, por lo tanto, la igualdad de condiciones deja mucho que desear ya que ahí, alguien ha actuado con ventaja y no es precisamente el toro. La igualdad de este verdugo de la arena, de este ventajista, crea escuela y sabiduría entre “eruditos” espectadores. Mientras el torero emplea, la que se supone, inteligencia – hoy en día, de estudio obligado en Áreas de Cultura por su escaso verbo fácil y nula fina prosa- el toro solo dispone de su fuerza y no basta con ello que encima lo esquilma, lo desangra y también lo engaña. Le merman la fuerza a través del rejón, Ofrece su lomo para unas dolorosas banderillas y una vez anulada parte de esa fuerza, pasa al matador consciente que el posible encontronazo no puede ser muy duro y solo la mala suerte puede ocasionarle algún grave percance El toro, desprotegido, pasa al matador que solo tiene la misión de esquivarlo y dar con el en tierra y suerte tiene el toro de caer en la primera estocada, sino, el espectáculo pasa a convertirse en un teatro vergonzoso y repugnante donde unas figuras grotescamente vestidas, esperan impacientes que el animal mutilado, termine su agonía para olor y gloria del verdugo narcisista de turno. Acto solo para alborozo y diversión de los entendidos y fervientes espectadores. (Entendidos y ferviente espectadores que saben que con ellos, no harán lo mismo) Otros abogan por la tradición: Tradición también eran los crueles combates de Gladiadores. (Aquí, se observa que costumbres, creencias o elementos culturales, han quedado desterrados por el raciocinio) Tradición es también la lapidación de seres humanos La ablación de clítoris en Países Árabes y entornos cercanos a la Religión Islámica: (La condena y repulsa a estas prácticas es patente, reflejado por la censura constante del mundo libre) El llamado a si mismo tradicionalista por su defensa del pasado o apego a la misma, nunca puede poner en pantalla secuencias como rociar los pitones del toro con brea y pegarle fuego. Arrojar una cabra desde un campanario Clavarles dardos y lanzas en el cuerpo de un toro hasta que se desangra Mal parado queda el tradicionalista exponiendo esos ejemplos tan “tradicional”. (Seria innumerables las inhumanas tradiciones que han sido abolidas cuando se impone la cordura)
Todo ello, a costa de un animal simbólico y no precisamente por la imagen que se le quiere dar siempre acorralado y vertiendo su sangre en un ruedo. Esa imagen tan tradicional que, finiquitada la tortura del animal, siempre sale arrastrado cual guiñapo, impregnado de su liquido vital por las arenas de un circo mediático.

Voces europeas se alzan en contra del cruel y feroz festejo de las Corridas de Toros. Llevan años predispuesto a terminar con el sangriento ritual. Por mi parte, me niego, como español, a revestirme de una etiqueta que me encuadren, me canalicen o asocien como activo o pasivo precursor de esta vergüenza nacional.
Me niego a financiar un espectáculo aberrante que ponga en duda mi viable juicio.

No voy a tolerar que mis principios personales y humanos, se vean amenazados o fiscalizado por un ceremonial encarnizado e incruento que coloquen en entredicho mis derroteros civilizados. Siempre tendré argumentos varios y validos para denotarlos y por supuesto para defenderlos.

“Estos son mis principios, sino le gustan, tengo otros”. (Groucho Marx).

Juan Marcelo.





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