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El hombre, de unos cuarenta años y soltero, (Su inteligencia, quedaba sobradamente demostrada), guiaba con pasos vacilantes su cuerpo por el aula del Colegio Mayor de las Hermanas Semi-Descalzas, destinada y acondicionada para la ocasión, en la recolecta de votos a las elecciones al Parlamento Parlamentario.
Manos en los bolsillos y miradas perdidas escudriñando los allí presentes. Observaba de reojo el amasijo de papeletas acumuladas en la mesa mientras era observado por los responsables de esa sección con curiosidad. Viendo los mismos esa indecisión del sujeto, optaron por dar aviso al responsable de Votantes Indecisos el cual se acerco al hombre y poniendo su mano en actitud cordial y familiar sobre los hombros del vacilante tipo, se lo llevo a un rincón de dicha aula. Allí le pregunto que le pasaba y el hombre confeso sus dudas sobre a que Partido votar;
-. Todos los líderes de las indistintas opciones políticas me ofrecen un panorama tan idílico y venturoso que me siento confuso buscando mi particular Edén.
-.Escúcheme con mucha atención. – rogó el responsable de Votantes Indecisos con voz firme y muy bien aleccionado por su partido, el PP - Tenía yo siete años cuando al salir del Colegio y en unión de mi amigo Pesadez, decidimos ir al río de Oro, en Melilla, para pegarnos un baño.
-¡Que bien! – asintió el sujeto con cierta extrañeza; expectante.
-, Si: Después del mismo acabamos por imaginarnos una rana gigante que dio pie para crearnos una fantasía que cuidadosamente divulgamos al día siguiente en el Colegio. Los compañeros creyeron tal patraña y todos decidieron, presurosos, ir al río a comprobar si era verdad. ¿Qué le parece?
-. Sigo indeciso.- reconoció el hombre con aparente indolencia.
-. Pues bien. No se si por casualidad o por el cachondeo reinante en la época, esos compañeros llegaron al día siguiente corroborando que era verdad y que habían visto la citada rana gigante producto de nuestra imaginación por lo cual mi amigo Pesadez y yo, no tardamos en ir a comprobar si era verdad o mentira.
-. Una anécdota interesante y aleccionadora pero fijo mi vista en el cúmulo de papeletas y vuelvo a mostrarme reticente en mis preferencias. – admitió el hombre.
-. Cuando tenía diez y nueve años, aproveche el día libre en la Universidad de Gijón para dar una vuelta por la ciudad. Nada más salir del recinto universitario me fije en un tipo de mediana edad que nada mas posar su vista en mí, decidió seguir mis pasos. Yo me paraba y el tipo se paraba. Yo aceleraba los mismos y el hombre apresuraba los suyos. Yo torcía por una esquina y el pertinaz sujeto me esperaba al final de la misma. La situación se tornaba ya preocupante por no decir alarmante e inquietante.
-. ¡Le ha salido casi en prosa! – elogió el tipo con cierta admiración.
-. Gracias. Pues bien: Desconociendo las pretensiones del sujeto, opté por meterme en una cabina de Teléfonos para conocer las intenciones del sujeto. Si pasaba de largo o se quedaba esperándome. El hombre en un arrebato brusco y desconsiderado, penetro en la cabina y lejos del más mínimo pudor me bajo los pantalones y forzó mi parte noble. Yo, debido al caos reinante de la época y con el esfínter ya desgarrado, me arme de valor y apretando los cachetes, me lo lleve detrás a la Comisaría más cercana.
-.Conmovedora la hazaña. Ese gesto de entereza, decisión y sufrimiento, le honra. – exclamo el sujeto mientras se enjugaba unas lagrimas cargadas de emoción - Pero no veo yo que tiene que ver sobre mis dudas a decidir mi voto sobre una u otra Formación presente en la sala ¿Tiene a mano algo mas convincente?
-. Creo que los argumentos esgrimidos, han sido bastantes rotundos y ciertamente persuasivos. Exijo que se haga eco de ellos. Ármese de valor, coja las papeletas que yo le voy a proporcionar y vaya hacia esa cabina que…
-. ¡No! ¡Más cabinas no, por favor!
-. ¡Ejem...! Vamos bien. Estoy convencido que va usted entrando en “verea”. Cuando yo tenia veinte y tres años, consecuente con la época tan nefasta que me tocó vivir, mi amigo Montoya se vio, por imperativos amistosos y comprometido, en la desagradable misión de tener que acceder a la ultima voluntad de un moribundo en su empeño de comerle la…
-. ¡¡¡¡Basta!!! – atajo el hombre convulsionado y fuera de si. -¡Que es lo que pretende con tantas historias fuera de lugar que a nada conduce y encima me encuentro en la misma tesitura que cuando entre?
-. ¡Que usted no se vaya sin votar! ¿Le parece poco? ¿Sabe usted el valor de un voto hoy en día? ¿Sabe lo que cuesta llegar hasta aquí? ¿Ha pensado que su voto puede cambiar toda una trayectoria hacia el bien con nosotros o el mal con los demás? ¿Sabe que soslayar esa responsabilidad como ciudadano puede recaer en postura de rechazo hacia los que ya han ejercido sus derechos a participar en estos comicios votándonos a nosotros, al PP? ¿Cómo se va a sentir usted después de dejar salir la ignorancia? ¿Sabe usted lo que significa la palabra solidaridad con los privilegiados que con tantas trampas hemos confeccionado este Sufragio? ¿Usted no comprende el aislamiento que va a sufrir después de no haber participado a nuestro favor? Pues bien: Estoy en poder de decidir en caso de su negativa a votarnos, apuntarlo para que el día de su de su fallecimiento, en vez de despedirlo con Salmos o Cánticos Eclesiásticos, endosarle un rico historial con todas las perversiones que hemos cometido y que gracias a su indolencia participativa, no va a poder disfrutar.
-¡Eso seria denunciable ante el Tribunal de La Haya! ¿Por qué unos tanto y otros tan poco?– grito el hombre con gran enfado olvidando el magno sitio donde se encontraba.
-, Que duda cabe. – informo a media voz el responsable de Votantes Indecisos con toda calma; sin inmutarse…, mirándose con cierta suficiencia las uñas de sus dedos - Que no podrá ingresar en el Patronato de Corruptos Hispanos.
-. ¡No, eso no! – imploró fuera de si el muy posible y futuro pseudo-mártir - ¡Todo menos eso! ¡En vida no me como un rosco debido a mi insolvencia económica! ¡Yo no sabía que una gaviota tuviera tanto poder! ¡¡¡Voy a votar!!!
El responsable de Votantes Indecisos, le recordó la ubicación de las papeletas del PP y se dirigió hacia su asiento con ese halo de satisfacción que produce el deber cumplido. Los allí presente, le hicieron la señal de una gaviota volando y le dedicaron una sonora ovación, reconociendo su bien lograda estrategia mientras el otrora indeciso, pero ya convencido votante, preparaba su documentación para ejercer, como ciudadano ejemplar y consecuente, su derecho al voto.
Es muy posible que a este amenazado votante del PP, solo logre un trozo de pan. Cambiar una papeleta por un mendrugo. Suena bien.
Juan Marcelo
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