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Podía recurrir a la frase tan “recurrente” de que a cierta edad, los errores/olvidos son perdonados. Una indulgencia que afianzamos mostrando un simple Carnet de Emérito, (Joder con la palabreja). Una ajena comprensión cuando no nos atrevemos a cruzar un Paso de Cebra, esperando que pase la cebra y no nos rompa los huevos, pero en esta ocasión, si me he quedado de piedra cuando un vecino me ha parado en plena calle para decirme que cuidado con mis escritos “por que la corrupción no está generalizada” Le respondí que desde luego que no: Que no roba el que quiere sino el que puede… y encima quiere. Que cada día, se confirma que en nuestra Península, la ardilla ya salta de corrupto en corrupto. Que es lo que tenemos: Sindicatos que mutan/transforma la lucha de clases por sobres. Políticos profesionales de toda ralea con la etiqueta del denominador común que es el choriceo patrio. Empresarios de fuga fácil y agiles en el acarreo de bienes de extraña/dudosa procedencia. Todo un catálogo de embutidos donde prevalece el chorizo que es extremadamente rico en cantidad.
Debo de reconocer/admitir, que hay una cosa que me resulta realmente inquietante: Cuando observo el panorama y constato que se ha asentado/consolidado la norma general de los que llegan arriba delinquen y estiran la mano más que la manga, es que algo grave pasa o algún motivo intrínseco me hace naufragar y elucubro con mucha frecuencia. Me pregunto si llevamos en nuestros genes nuestra condición de chorizos. ¿Podemos afirmar, de verdad, que carecemos de esa contra-virtud o realmente es que nos falta la ocasión para merecerla? Dicho a mi manera y sin dejar enfriar la sopa: ¿Si nos pusiera a la vista el cajón, meteríamos manos en él? ¿Es tentador el dinero que no nos pertenece?
Estas son las preguntas que llevo cavilando desde que algún lumbreras, decidió fabricar los condones por tamaños. Me pregunto también que si yo hubiera sido tocado con la varita mágica del Hada Urna en un sufragio y hubiese alcanzado un cargo importante y publico…, si me dieran la oportunidad fácil/asequible de meter mano en el dinero de los contribuyentes y tuviera la seguridad de que no me iban a pillar... No se…no se… (Léase dudas)
Tengo la insana costumbre de pensar demasiado en los demás de forma que para político, no serviría. Me preocupan las tragedias vivenciales de mis compatriotas, sobre todo con la facilidad que pasan de la pobreza a la miseria. Niños desprotegidos a través de Ordenanzas y familias que no miran las inclemencias del tiempo ya que viven en la calle. Se elaboran Leyes injustas. No se reparte la riqueza equitativamente. No se socorre situaciones extremas de la población y la honradez de muchos cargos públicos adolece de cierta moralidad/ética de modo que dejando aparte mi vocación de servicio público (política de la calle) en que doy la talla pero no como chorizo, aparto la vista del cajón y del dinero ajeno: Sin embargo…
Sin embargo, referidos a ellos, los que desmerecen de esta que dicen profesión, ni siquiera sabían que podría ocurrir ante la tentación de ese cajón. Como podían superarla o caerían de bruces en ella. El ejercicio de esta que llaman profesión, requiere de personas integras aunque los filtros sean escasos/inexistentes ya que al final llega cualquiera, y el tiempo se encarga de que no deberían estar ahí. Personas abocadas al fácil/rápido enriquecimiento. El filósofo israelí, “Mhenudo Mammón” citó la corrupción como: “El mal uso del poder en beneficio propio”
Creo que tengo que alegrarme de ser un “pardillo” y no un “pringado” Todo ello, asumiendo consecuencias negativas de no ponerme a la altura de los demás si tuviera cargo público de modo que como para político al uso, no sirvo y desempeñar un cargo público tendría que aprender de prisa y corriendo el camuflaje de la dialéctica, me siento bien tal como estoy contribuyendo a fomentar una idea política/social sin pensar en encumbramiento personal que no consta en mi guion vivencial. Paso del choriceo generalizado a no ser que - viendo el panorama diario – se mude/ convierta en un dogma extensivo a la población y entonces, muy seriamente, me planteare si secundar la iniciativa exclusivistas del choriceo y pasar a revestirme en un docto “pringado” dejando la etiqueta del “pardillo” costumbrista. Practicar el choriceo con lealtad patriótica y mirar la bolsa ajena con otro prisma. Acogerme a la sindicalidad corrupta con desmedido afán siempre pensando que en esta democracia “a la española”, los vicios, libertinajes, perversiones e inmoralidades, no se prohíben; se rentabilizan.
Juan Marcelo
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