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Opinión - Miguel A. Parra
- 25/04/2016

Un torero ha entrado en el Parlamento

Almeria 24h
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Un torero ha entrado en el Parlamento


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Son muchas las peculiaridades que tenemos los españoles y que no siempre son bien interpretadas o comprendidas por personas de otros países, es de lógica pensar que eso es exactamente lo que nos pasa a nosotros cuando vemos costumbres foráneas que no alcanzamos a entender del todo.

Así debió sentirse como tantos otros Carlos Pineda, un español que llegó a principios de los años ochenta, por razones laborales, a Atlanta, capital del estado de Georgia en Estados Unidos, pero lo curioso de esta historia no fue su mejor o peor adaptación a las costumbres del país norte americano, si no el pintoresco vecino que le tocó en suerte cuando alquiló una casa en el barrio de Clarkston.

Su vecino, de nacionalidad estadounidense, era un gran aficionado a los libros y a los documentales de viajes, aunque realmente él solo viajaba con el pensamiento y la imaginación ya que físicamente nunca había salido siquiera del estado en que vivía. No era una persona instruida ni muchísimo menos, pero si es de ley reconocerle el tesón que ponía en recordar múltiples localizaciones, monumentos y tradiciones de distintos países y culturas alrededor de más de medio mundo, tenía una buena memoria, algo de lo que le gustaba jactarse, y además, no dudaba en demostrarlo cada vez que podía.

El hecho de tener un nuevo vecino que venía de España, un país que por aquellos años vivía aún encerrado en sí mismo y medio oculto al resto del mundo, hizo crecer en él su interés por nosotros y nuestras costumbres, buscó varias guías, libros de viajes y cintas de video. Los devoraba uno tras otro y comenzaba de nuevo. Cada vez que no entendía algo, sin importar la hora, se presentaba ante la puerta de nuestro compatriota y levantando su dedo índice lanzaba su pregunta tras un breve “Hola español”.

-- Os levantáis por la mañana para ir al trabajo y a medio día os acostáis y os volvéis a levantar otra vez para ir a trabajar ¿Porqué?

-- Lo llamamos siesta y es una costumbre, nos gusta y nos sienta bien.

-- ¿Mezcláis huevos con patatas y hacéis un pastel?

-- No es exactamente así, se llama tortilla de patatas y es una comida no un postre.

-- Peregrináis para rezar a dios, rezar es meditar, sin embargo lo hacéis guitarra en mano, cantando, riendo y bebiendo.

-- Es nuestra forma de ver la religión. No a todos los españoles les gusta esto.

Su curiosidad por nuestras costumbres, a la vez que su frustración por no ser capaz en ocasiones de verles un sentido lógico, aumentaba a medida que avanzaban los días.

-- ¿Soltáis toros en las calles donde hay gente para ver como corren? Pero, eso es peligroso, la gente puede morir

-- Es una tradición muy antigua, los llamamos encierros y las personas que corren delante de los toros van expresamente a eso. Realmente, he de reconocerte que sí es peligroso, de hecho algunas veces mueren algunos corredores.

-- ¿Y por qué lo hacéis?

-- Nos parece divertido

“Me cuesta mucho entender a vuestro país” decía mientras volvía a su casa moviendo la cabeza y rascándose la cocorota con el mismo dedo que lanzaba sus dudas. Carlos Pineda intentaba responder con educación y paciencia las continuas preguntas de su vecino, preguntas que en ocasiones también a él le hacían plantearse si aquellas tradiciones o costumbres eran normales.

La escena se repetía una y otra vez -- “Hola español”

-- Trabajáis durante todo el año en unas estatuas que os cuestan mucho tiempo, sacrificio y dinero hacer para luego quemarlas en una sola noche y encima tiráis petardos para celebrarlo ¿Por qué?

-- Eso es en Valencia, se llaman Fallas, una tradición.

-- Otra tradición incomprensible creo. También he visto que os disfrazáis como si fuerais el mismísimo Ku Klux Klan y así vestidos sacáis a vuestros santos a pasear por las calles ¿Los quemáis?

-- No hombre, esa es una fiesta religiosa que hacemos en Semana Santa y no tiene nada que ver con el racismo ni nada por el estilo, aunque he de reconocerte que lo de quemar los santos sí que se ha hecho alguna vez.

-- Desconcertante, España es un país desconcertante.

-- Mira Jerry, que así se llamaba el vecino, para comprender a un pueblo no puedes solo mirar guías y documentales de viajes, tienes que conocer su historia.

Tras unos incómodos segundos en los que los dos hombres se quedaron mirándose fijamente a los ojos en total silencio, Jerry se volvió hacia su puerta y sin mediar palabra la cerró con un fuerte estruendo.

Al fin, las preguntas desaparecieron y Pineda pensó que quizá su último comentario podía haber ofendido en algún sentido a su vecino, no se sentía bien por ello pero a la vez creía que si había conseguido calmar la obsesión de Jerry por comprender nuestro país estaba justificado. Sin embargo la realidad era otra.

Una tarde de Domingo, justo a la hora de la siesta, la puerta sonó con el repiqueteo inconfundible que antecedía al “Hola español”.

-- He estado unos días estudiando vuestra historia, - se tocó la barbilla mientras movía la cabeza a izquierda y a derecha - ahora estoy más confundido aún. Habéis tenido todo y todo lo habéis perdido, vuestro pasado está lleno de guerras inútiles y aventuras sin sentido. Pero lo más desconcertante para mí ha sido saber que hasta hace pocos años erais un país fascista, como eran Hitler o Mussolini, habéis sido fascistas nada menos que durante cuarenta años, ahora presumís de democracia pero sois los mismos, los que hasta hace poco no eran si no piezas del gobierno fascista de Franco ahora son vuestros dirigentes, supuestos demócratas que…

Con un gesto de la mano, Pineda, indicó a su vecino que dejara de hablar por un momento y tomando aire pensó en una respuesta razonable y corta, acorde con la situación y en línea con la parte de la siesta que aún le quedaba por saldar. No la encontró.

-- Mira Jerry esto es largo de explicar, una tarde te llamo y…

-- Esperare con impaciencia ese momento, todo esto debe de tener una explicación.

Carlos Pineda jamás llamó a su vecino, y no fue por desgana, falta de tiempo o enfado, realmente él no sabía con certeza cuál era la respuesta, “En España ya tenemos democracia” se repetía a la vez que algo por dentro le hacía dudar de su afirmación “¿Estaremos viviendo un sueño, una fantasía, disfrutamos de una falsa democracia?”, “¿Realmente nos hemos convertido los españoles en ciudadanos libres, nos han dado al fin la libertad o simplemente nos han alargado un poco las cadenas?”.

Al cabo de un tiempo Carlos Pineda se dijo para sí mismo “Quizá es mejor no pensar mucho en estas cosas” decidido ya a volver a la normalidad, a la monotonía, y sumido en ella los días pasaron unos tras otros, semejantes, como hacen siempre hasta que llega un día, una fecha que nos marca, ese día inevitable que nunca avisa de su aparición y sin embargo pasa a formar parte ineludible de nuestra memoria para el resto de nuestra vida. Ese día llegó.

Un fuerte sonido interrumpió bruscamente una amable lectura que Pineda estaba disfrutando en su codiciada soledad, alguien tocaba a la puerta, el repiqueteo era familiar pero no el ímpetu ni la insistencia, ese día era un 23 de Febrero del año 1981.

Pineda fue hacia la puerta confuso y a la vez enfadado, esta, obedeciendo a su brazo fue poco a poco dejando ver el rostro de su vecino, petrificado, tenso, perplejo, buscando una respuesta sobre una pregunta que aún no había formulado. Esta vez no dijo “Hola Español”, de hecho, esta vez no dijo nada.

-- ¿Qué pasa ahora? Te dije que ya te avisaría yo.

Por unos instantes los dos hombres se quedaron en silencio uno frente al otro

-- Un Torero ha entrado en el parlamento

-- ¿Qué? ¿Qué has dicho?

Esto ya sobrepasaba los límites de su paciencia, su educación le obligaba a guardar las formas pero…

-- Que sí, que un torero ha entrado en vuestro parlamento con una pistola

-- Pero como…

-- Ven a verlo, está saliendo en la televisión.

Carlos Pineda cerró la puerta de su casa y entró, por primera vez, en la de su vecino persiguiéndolo, casi corriendo, llegaron al salón donde Jerry señaló con apremio la pequeña pantalla donde se podía ver a Tejero, pistola en mano, sometiendo al parlamento español.

-- Joder, mierda, no es una montera es un tricornio

Las llaves, lanzadas con fuerza estallaron contra el suelo y se repartieron por toda la estancia, Jerry tras el susto y sobrecogido por la escena miró a su vecino español que estaba desolado, con las manos se tapaba la cara mientras repetía una y otra vez “no, no, no, no puede ser…”

-- ¿Qué es una montera? ¿Y un tricornio? Sin duda, debe ser un torero muy peligroso




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