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La penuria económica es peor que la pobreza, la pobreza es un estado, una manera permanente, pero la penuria es un proceso cargado de incertidumbre y desazón. La penuria está cargada por el pasado que fue boyante pero que no volverá a ser nuestro, y no lo será porque la penuria contagia y se extiende de tal manera que aquello que fue antes ahora nos parece inalcanzable: es lo que antes se decía de los venidos a menos.
Ahora ‘los venidos a menos’ no son casos aislados, casos conocidos, ahora esos son legión, pero una legión apenas imperceptible, pero que va consolidándose con el paso del tiempo, de tal manera que todo un sector amplio de la sociedad, llamada clase media española –clase sufrida y sacrificada en cada etapa que se considere- se convierte en prototipo y clave para encuestas, prospecciones y diseños sociales no ya desde el gobierno, también para los marketing y las inversiones.
Esa clase es la clase de los recortes, imita la política del PP, y prefiere aguantar a aventurar o buscar una salida airosa. Ahí están los funcionarios en todos sus niveles, pequeños propietarios, comerciantes y todas las clases pasivas. Pero, claro, esa amplia mayoría del quiero y no puedo, no toda ella se comporta de la misma manera. Gran parte de ella es conservadora y prefiere pasarlo mal y aguantar en vez de arriesgar o cambiar; cree que repitiendo el voto conservador siempre les protegerá el timonel, el caudillo; ese sector no confía en el sistema en el que vive y, por tanto, no confía en la democracia. Esa ruindad les lleva a la autoprotección y al miedo exterior, sea el provocado por otra clase social o, simplemente, por su propia concepción de la vida.
La clase media ruin, tan mayoritaria como ignorante, está en estos tiempos de crisis, vendiendo incluso hasta sus propios recuerdos sentimentales, y cuando ve la penuria dentro de sus cuatro tabiques, secunda reclamos como ese que reza “Compro plata. Compramos plata al peso” y allí van dejando cuberterías, bandejas, cadenas, broches, sortijas y pulseras. Van puliendo su propio pasado porque lo que interesa es quedarse quietos.
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