LAS MALAS COSTUMBRES

Se adquieren sin esfuerzo, se van posando con el paso del tiempo y cuando vienes a darte cuenta ya te están llamando de todo porque, o bien eres un mal educado, o bien eres lo suficientemente cabrón como para echarle cara a la vida y a otra cosa mariposa, esto es, te recubre un cinismo que difícilmente se distingue de tu estado natural. Son las malas costumbres: nacidas casi con uno e instruidas por la educación de la intolerancia y del individualismo, paradojas de la vida, es la educación autoritaria heredada del franquismo y transmitida durante años en las escuelas piadosas y patrióticas de curas y falangistas.

Estoy mondando una naranja y no le quito el ojo de encima a Morenés, el ministro de defensa, al que sólo quedándose con el gesto de su rostro ya tienes bastante. Él y todo el gobierno que preside en funciones Rajoy, se hacen los locos y pasan de todo lo que pasa en España, y sobre todo donde pasa, esto es, en el Parlamento. En el Parlamento intervienen los diputados dirigiéndose a los sillones vacíos de los ministros que deberían comparecer pero no lo hacen, dice la vicepresidenta, con esa gracia que tiene, porque están en funciones.

Y es aquí donde aparece el cinismo, consecuencia de una falta de convicción democrática. Porque, realmente, la derechona española es de verdadero espanto. Mientras que el poder legislativo está clamando en el desierto, el ejecutivo va a lo suyo, y hace lo que quiere sin darle cuentas a los únicos que garantizan la legitimidad hoy por hoy: los diputados. Y es que por vergüenza torera esos ministros deberían dejar a un lado sus malas costumbres e interesarse por las iniciativas de sus Señorías, al menos por educación… pero les falta esa convicción democrática necesaria para poder liberarse de los fantasmas de su pasado.

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