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Hace un siglo, escribí sobre la sugerencia de Chistine Lagarde “lagarto” responsable del FMI (Fondo Monetario Internacional) culpando a los recalcitrantes seniles que se niegan a morir adoleciendo de una falta de solidaridad con el resto de juveniles que despegan en este mundo material. Lagarde, de 60 añitos, alarma a la población de que los viejos se llevan un 26% de la economía europea; que es un problema y es el momento de “ajustar cuentas” Que pasar de los 65 años es un deterioro de la economía sobre todo cuando han hecho pausa a su vida laboral y solo exponen habilidades en el juego de la petanca o los viajes del INSERSO mientras esperan impacientes sus “cuantiosas” pagas mensuales. Que nos convirtamos, lo antes posible, en “Polvo en el viento” (Kansas) Que es un lujo el seguir vivos.
Ahondando en el problema de los pertinaces que todavía seguimos vivos, le puedo dar ciertas pistas para que la tenaz propuesta que no hemos inculcado a los que todavía damos “guerra” y encontramos cierta reticencia y desagrado en desaparecer: A los del clavo ardiente para mantenernos vivos obviando su proclama. A los que no seguimos el consejo de un socialista de pro llamado Felipe González de prolongar la vida laboral curiosamente mandando el mensaje en la cubierta de su yate y con sus años a cuesta. Hay formulas inequívocas para no dañar la economía europea una vez traspasada la edad de 64 años reflejando en el calendario, que a Chistine, le queda cuatro para acompañarnos pero creando malestar de que Felipe González siga saboreando esos costosos puros como premio a no considerarlo finado.
-Señora Lagarde, dos puntos: En lo referente a mi Comunidad, le puedo asegurar que hay mas bastones que ayudan al viejo que azadas en la que apoyarse para lograr un sustento que lo mantenga vivos. Que somos un País de viejos y que Andalucía ya goza de ese privilegio. En Almería, ya se han hecho eco de su proclama pero el tenaz senil se niega que inducido por autoridades, a viajar en el Talgo Almería-Madrid. Que no quiere exponerse a presentar una imagen deteriorada en los pasillos de urgencias de Torre Cárdenas. Que la estrategia de poner peso exorbitado en las bolas de la petanca, no acaba con ellos.
Que visitar Museos, Exposición, Certámenes, ya no se fían ya que esas visitas les cuestan acarrear con un sofá a lomos o un juego de cuchillos como tentativa. Que sumarlos a las “marchas” de Sánchez Gordillo ya ha quedado como anecdótico. Que no hay forma de desembarazarse de ellos porque aunque la espada ya la ha colgado, aun queda el fragor que llevan dentro y cuyo sentimiento más potente es la no resignación: Acabar con ellos; con nosotros, no es fácil.
Hay una formula donde el vetusto anciano si puede contribuir a no dañar la economía internacional. Sé que le doy pista y sé también que mi agenda quedara exhausta de enemigos pero que a mis años, no me importa ni mucho menos me va a condicionar: Se trata de exhibir a toda persona que haya cumplido los 65 años en una exposición enseñando su pene tipo Donald Trump. Nos pasamos la vida queriendo ser quien no somos. Emulando a los demás con el simple deseo de ser igual que ellos. Exteriorizamos nuestro singular estereotipo porque no tenemos más remedio pero nos rebelamos a veces por ser quienes somos abriendo la mente a considerar mejores a los demás pero hay algo que siempre lo tenemos en reservas como es nuestra potencia sexual. No copiamos de nadie porque la nuestra es “ejemplar” Siempre engrandamos el acto y no es cosa de que a cierta edad, los demás te criminalice por haber “aumentado el tamaño” durante tantos años.
La vergüenza haría mella y nadie se expondría a que ese engaño se divulgara por lo tanto, los seniles que se vieran requeridos por el Departamento de Caducos en fase de Exterminio, preferirían antes coger ese Talgo Almería-Madrid antes de que fuera tachado como un Donald Trump español donde la fortaleza viril ha quedado en un simple pellejo. Lo justo para su micción: Lo justo para equilibrar la economía.
Pienso que si la solución a que los viejos no decidan morirse y culpan a los mismos de que la economía mundial se quebrante por la persistente obstinación, rayando a la tozudez, de permanecer vivos cueste lo que cueste, mejor sería cambiar el sistema: Ponernos a trabajar a partir de los cuarenta años aunque tengamos que dejar la vida en un andamio. Gozar la vida en plenitud hasta esa edad con una paga, que se podía llamar “de vitalidad” y una vez disfrutado esos gloriosos años, recompensarnos con trabajo. Se suprimiría las pensiones y todo el mundo contento menos la recalcitrante Christine que al llamar a un viejo para saber su estado, no le conteste el Buzón de Voz. Mientras le recordaría a a Lagarte, “lagarto” que el Estado de Bienestar, lo hemos creado nosotros. Nos hemos implicado en conquistas sociales; en Sanidad y Servicios Básicos, así como luchas permanentes para que nuestros mayores no vivan de la caridad.
Hacer valer que cumplir años no es traumatizante sino todo lo contrario: se adquiere experiencia, sabiduría, estabilidad y sobre todo, orgullosos del camino recorrido y enriquecedora fuente para saciar la sed de los que nos preceden. Si la cuestión primordial es que vivimos demasiado, camuflen las estadísticas: déjenos sin pensiones, sobre todo a los feos, no a los viejos, pero no se le ocurra quitarnos lo “bailao” ¡Eso no lo vamos a consentir!
-¿Qué tal si se murieran los feos sin tocar a los viejos – sugiere mi regadera guiñándome un agujero- mientras vosotros conserváis las pensiones? ¿Los agraciados de físico? ¿Gaspar Zarrías recibiendo su pensión?
Juan Marcelo
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