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Casi siempre elegimos sin saberlo, sin más, y nos ponemos cada vez en diferentes trances, intercambiamos a lo largo de nuestra vida, a veces de nuestros días, posiciones unas veces más etnocéntricas que otras y cuando eso sucede nos apartamos de los grandes relatos que creemos siempre están presentes. Pero cuando pensamos apegados a la situación determinada, entonces y viceversa, cambiamos el ‘yo’ por el ‘nosotros’ y, a veces, por ‘en común’.
Los liberales puros se quedarían en el ‘yo’ intemporal en el que se fundamentan todas las concepciones del hombre a lo largo de la Historia, dentro del atlántico norte, y que se resumen en la metafísica griega, la teología cristiana y el racionalismo de La Ilustración. Siempre buscarán la verdad sin recortes aun siendo en el plano de la política y la sociedad. Piensan esos liberales que esa verdad les hace libres, pero no piensan en que esa verdad está guardada por los ricos, los estetas, los tecnócratas y los terapeutas.
(Los liberales puros no tienen traducción en España, porque nuestra derecha es tan ultramontana que no es de fiar allende los Pirineos; seguimos, a nuestro pesar, siendo typical, gente curiosa, aunque nada seria, más bien mentirosa y ladrona –ahora).
Seguimos haciendo caso a Rorty (1931-2007) y comprobamos que el `nosotros’ se configura cuando sustituimos la verdad por la justificación y cuando desterramos el relato, para atender a nuestro contexto de justificación de creencias, una justificación que siempre es el resultado de un proceso de intercambio de argumentos y, sobre todo, de una sobredeterminación acerca de los puntos de inflexión de occidente, como los derechos humanos, por ejemplo, que solo sirven para proclamarlos pero no para responsabilizarnos con ellos, como pasa con los Estados europeos frente a los refugiados. Con el ejemplo anterior comprobamos la inutilidad de buscar una última palabra como resultado, caso del Papa, Europa, el bien común, la moral de occidente etc.
Si elegimos ‘en común’ posiblemente salvaguardemos el hombre intemporal pero a cambio de mantener y siempre para creer que las instituciones políticas garantizan la naturaleza humana dentro de unas categorías históricas semejantes a las de Hegel, pero nunca como los pragmatistas que son contrarios, especialmente James, y Dewey si es que afirmamos como él que es posible vivir sin ninguna verdad moral ahistórica. Los comunitaristas son enemigos de los pragmatistas, y ambos lo son de los liberales. Si, como pretendo, concluís la posibilidad de vivir políticamente sin grandes verdades, entonces nunca más llamaremos a Santiago para que mate a los moros (ver el relieve del frontispicio de la puerta principal de la iglesia de Santiago, en la calle de las Tiendas).
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