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Juicio a Rita Maestre porque había protestado exigiendo una universidad laica
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Qué alarde de falta de criterio y sensibilidad pude apreciar cuando en los telediarios vimos y se nos relató el juicio a Rita Maestre porque había protestado exigiendo una universidad laica. Y qué mezquina interpretación de las leyes, que bajo la petición de principio de la legalidad establecida, sometía a interrogatorio a la niña Rita, asustada y más que asustada, perpleja por lo que se había montado contra ella cinco años después.
Todo giraba a que estaba en sujetador en una capilla católica, y es que, claro, la protesta consistía precisamente en dar, en el sitio oportuno, al traste con tanta práctica heredada por las instituciones sacralizadas en la Dictadura. Una manera de rechazar esa función religiosa era eso, mostrarse de forma antirreligiosa… y ahí hace su aparición toda una especie de Santo Oficio con los mismos tintes y con el mismo contenido ético y estético que el de la Santa Inquisición.
De repugnante pude considerar la retorcida pregunta, hecha con inquina, del capellán de la Complutense, que insistía en el carácter relevante del protagonismo de Rita: “Iba usted al principio, de forma destacada, en esa marcha …” de la que se desprendía el odio y desprecio que siempre ha caracterizado al clero ultramontano. Y qué decir del papel del arzobispo de Madrid, perdonando a la concejala, porque “de jóvenes todos hemos cometido errores”, con ese aire paternalista y recocido que da la poltrona.
Una vergüenza, me avergüenzo de ser ciudadano de un país de chichinabo, un país de reprimidos y de torquemadas.
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