OFUSCACIONES POLÍTICAS

Dice Wittgenstein que seguir una regla es como obedecer una orden

Cuando la razón se oscurece aparece la ofuscación. Cuando sólo se juega con ideas y no se da rienda suelta a la sensibilidad también se ofusca el individuo. Cuando, en definitiva, se pierde la amplitud de miras se cae en la ofuscación. Pasa estos días en las conversaciones previas -> al sentarse cada uno lleva consigo una idea fija de la que difícilmente podrá desembarazarse: es como si se siguiera una pauta, una regla de la que uno no puede apartarse, separarse.

Dice Wittgenstein que seguir una regla es como obedecer una orden. En el caso de las conversaciones esas pautas no son del todo claras porque el mandato tiene componentes muy diversos que van desde la amplitud de la ideología a defender hasta el mínimo detalle a tener en cuenta. Es por eso que obedecer una orden, seguir una regla en política es ejercicio de equilibristas en el que cualquier fallo supone caer desplomado. Y es tanta la fidelidad que requiere seguir la regla que para ser sustituida habría necesidad de una regularidad, de múltiples y repetidos casos, que pudieran sentenciar el cambio, esto es, dejar de obedecerla.

En el filósofo citado, en su libro “Investigaciones filosóficas”, y en los parágrafos que van del 206 al 218 podemos encontrar una útil enseñanza para saber lo que estamos haciendo cuando defendemos la obediencia de una regla que nos guía en la conversación, la de “sigue así, que lo haces bien”, pero que ofuscándonos con/en ella perderíamos la diversidad que la sensibilidad nos proporciona en el tratamiento de una cuestión cualquiera. Un ejemplo de cada caso: un discurso ofuscado, el de Rajoy; un discurso diversificado, el de Iglesias. He aquí las dos españas al alcance de tu mano.

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