QUÉ PRETENDEMOS CON NUESTRAS DECLARACIONES

...si la verdad pierde naturaleza con el coherentismo lingüístico (Albrecht Wellmer) entonces la comunicación es irrelevante en nuestra vida

Siempre pretendemos algo cuando hablamos. No hay un discurso tan infame que consista en la expresión de la coherencia, aun siendo del tipo que hable de la pregunta, como ahora pasa. Digo esto porque cuando los filometafísicos expresan su inquietud sobre la naturaleza de la verdad no la resuelven con el lenguaje, necesitan más algo más, dicen. Qué más puede haber, digo yo. Porque si hay más, ese ‘más’ sería lo que cada uno quiere ver para provecho propio, y entonces es cuando aparece la incomunicación, o mejor, la comunicación perversa.

De modo que si la verdad pierde naturaleza con el coherentismo lingüístico (Albrecht Wellmer) entonces la comunicación es irrelevante en nuestra vida. Sólo tengo que desear –imaginar- la pretensión y confirmarla a golpe de sistemas de creencias, esto es, a fuerza de declaraciones complementarias que se van sucediendo sin pausa llenando páginas y páginas de un libro, de muchos libros desde Aristóteles hasta Habermas que nos han servido hoy, según los herederos de la tradición crítica, para adquirir perspectiva histórica y política, tras la cual la filosofía se ha convertido en la disciplina de la reconciliación, la modalidad, la globalidad –cierto tipo de filosofía, diría yo.

Pero ahora retomo la pregunta del título y digo -> pretendemos vivir tranquilos y nada mejor para ello que la coherencia en el leguaje, sólo posible a fuerza del ejercicio conversacional; de lo contrario cada cual iría por ahí creyendo lo que dice sin necesidad de los demás, y eso es una idiotez. No cabe duda de que a medida que hacemos preguntas sobre los problemas éstos cambian (Wittgenstein). Por eso es significativo un lenguaje coherente para que lo a dilucidar sea inteligible. Y termino con un ejemplo práctico: cuando Errejón enseña el plano y señala el gallinero lo que hace es una ostensión en la que sólo cabe la coherencia lingüística y no la metafísica barata de Villalobos o… cómo se llama. Ah! La Micaela.

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