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El gusto por la apreciación de las cosas externas, las que nos afectan del todo y de las que podemos hablar sin recato con la gente. El discurso del tiempo atmosférico es el más genuino de estos casos y también el más popular -> todo el mundo habla y puede hablar del tiempo atmosférico y de su relación con él. En todos los casos el discurso es correcto. Nos gusta apreciar estas experiencias porque podemos decir cómo nos va, podemos hacer uso de esas apreciaciones subjetivas con las que muchas veces tratamos de justificar nuestra conducta, nuestro porte y por qué no decirlo: nuestra actitud ante la vida, que no es otra cosa que una interpretación de ese mundo exterior que compartimos con la gente, con toda la gente cercana a nosotros.
Y si ese tiempo atmosférico es noticia general, como pasa estos días, mejor que mejor. Y qué bien es para nosotros esa manera de conversar cuando decimos: ‘mira, mira como está esa gente, no veas el frío que debe estar pasando; no como nosotros, que tenemos un tiempo que es una maravilla’. Y que bien suena cuando realmente es verdad: porque yo no me cambio estos días con esos que armados de chaquetón y bufanda salen a la calle a dar una vuelta. No bajamos de 8º, es acojonante cómo se para aquí todo eso que hace tiritar a casi todo el país. Hay que ir desde Cabo de Gata, costeando, hasta El Palo para saber qué es el buen tiempo de verdad.
No valoramos lo que tenemos, y menos mal que lo tenemos porque lo demás es un auténtico desastre y una patada, una coz, diría yo, al sentido de la estética y al comportamiento ético.
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