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Opinión - Juan Marcelo
(La Regadera) - 22/11/2015

NO EN MI NOMBRE

De ancestros árabes y compartiendo mi niñez su mundo, me permito una reflexión sobre los que se llenan la boca hablando de paz vendiendo armas

Almeria 24h
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NO EN MI NOMBRE


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Los “iluminados” asesinos que en nombre de “Alá es grande” y que con nocturnidad, alevosía y premeditación sembraron de muerte Paris y que han flagelado/azotado violentamente nuestros corazones, nuestro ánimo y hasta nuestras mentes hasta sumergirnos en un estado de cierta desesperación pero que no podemos permitirnos caer en esa desesperanza ni que el dolor nos maniate las manos ni nuestro voz condenando el criminal atentado.

Creo que es una verdadera guerra la que vivimos de una característica ignorada hasta los últimos años pero que no podemos ampararnos en la complejidad mental colectiva de un territorio para agachar las orejas, básicamente porque su generalización contribuye y es parte de una dimensión equivocada de la realidad que nosotros hemos fomentado.

Y, en otro sentido, el simplismo atribuyendo culpabilidades, nos hace olvidar que hay agentes en la trastienda de esos criminales que se inmolan buscando un Paraíso que en la tierra no han tenido; que se ocultan en esa trastienda del terror propiciándoles armamentos y soporte de todo tipo. Armas de nueva generación e ingenios eléctricos destinados a matar en su particular “guerra santa” Harapos en sus vestimentas pero portando relucientes e innovadores armamentos.

La condena tendría que ser colectiva. Tanto al que dispone de ese armamento como a quien los fabrica. Al “iluminado” que la emplea en nombre de un Dios radicalizando su palabra hasta la masacre convirtiéndose en apóstoles de la muerte y al mecenas que exporta ese armamento a través de otro Dios más comercial convirtiéndose en profetas para sembrar el caos.

La Religión, siempre ha sido un problema de la humanidad: Atrás se han dejado las ideas de fabricar una sociedad de vida en común con el respeto a cualquier ideología o pensamiento que no proceda de una divinidad. Una divinidad que habría que considerar qué culpa tienen ellos para que se maten mutuamente. Hoy en día, se expone el credo como máximo exponente de lucha que no admite el dialogo sino una escalada de violencia que prevalece y todo asentado en una base de combatir la realidad a lo elucubrante. Un Dios imaginario, arma al pueblo a través de pergaminos inexistentes. La “divina enseñanza” la manejan a voluntad de intereses. La Religión traducida en fe, que es creer en lo que no se ve, tiene resortes para llevar a sus fieles al paradigma de la locura, y si encima, esa locura es respaldada por entes comerciales beneficiándose de esa esquizofrenia, podemos observar cómo se puede confeccionar distintos apartados para encuadrar a terroristas que se inmolan y otros que permanecen en sus enmoquetados despachos. Así tenemos que la tan cacareada unidad frente al terrorismo, tantas veces invocadas y otras tantas traicionadas, no se vislumbra una solución a corto plazo.

Por una parte hay intereses comerciales proporcionándoles esas armas que hacen subir el PIB de una Nación: (Nunca imaginaron que iban a atentar contra ese País que les proporciona esas armas) A la vista está que cuando la Religión calienta mentes o en nombre de ella, no hay amigos ni colaboradores a respetar.

Hay unidad occidental para acabar con el terrorismo mal llamado islámico. Si repasamos el Corán, vemos que no hay una frase destinada a emplear la violencia para “regenerar” la sociedad. El Islam no tiene catecismo. Solo voluntad de creencia en sus seguidores. No tiene credo de flagelación. Simplemente buscar una paz interior que no provenga de alguien que pisa tu mismo suelo. Algo espiritual por lo tanto, no terrenal.

La Iglesia Católica, no emplea armas de fuego parar someter a una población, pero si practica otra clase de terrorismo: Ya lo intento en su día con otra clase de “Guerra Santa” llamada Inquisición. Religión que si tiene catecismo, se flagela y hacen de los golpes en el pecho su penitencia. Otras religiones, no emplean armas para defender sus creencias.

Estamos, hoy en día, sufriendo la paranoia de hacer batallas a costa de unos dioses cuyas vivencias es dudosamente demostrable. La lucha por una idea social ha dado paso a batallar en nombre de una supuesta divinidad. La que intenta conquistar una quimera contra los que defiende la realidad. Lo que está claro, es que nuestra civilización occidental; la que hemos logrado con mucho esfuerzo y sacrificio como es la libertad y el orgullo de que a través del dialogo y el consenso podamos entendernos, ni una religión, ni una devoción a figuras extrañas, ni “iluminados” ofreciendo Paraísos y once vírgenes que esperan posiblemente atemorizadas, ni orondos personajes provistos de sotanas enriqueciéndose a costa de arengas, cuentos y cantos extraños, van a acabar con ella.

Nuestra civilización, la que hay que defender, vale más que todo ellos. No van acabar con nuestras libertades y progreso y para ello, hay una formula inequívoca: ¡No ceder al pánico!

Juan Marcelo






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