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Nos estamos acostumbrando a ver en la tele a gente que se dedica a la política y que aparece en pantalla con la camisa fuera, en camiseta o con una chaquetilla y debajo los faldones fuera. La mayoría son jóvenes, pero algunos de ellos ya pintan canas y lucen la melenilla que se dejaron cuando eran jóvenes, hace cuarenta o cincuenta años. Son los descamisados, todos ellos pertenecen a partidos de izquierda o a formaciones antisistema.
Estoy seguro que a los ojos de los pro-hombres del Reino esta gentecilla le ha debido impactar lo suficiente como para haberle dedicado algún comentario en la mesa o en la sobremesa, comentario que habrá apostillado otro familiar allí sentado con un ‘a dónde vamos a llegar’, ‘vaya pinta’ y cosas por el estilo. Sería así, más o menos: ‘y estos mierdas, qué se habrán creído… pues no van diciendo que van nacionalizar algunas empresas o que la Iglesia pagará impuestos’. Apostilla: ‘así nos va, que están rompiendo España… a dónde vamos a llegar con esta gentuza’.
Rajoy también mira la tele, pero calla, frunce el ceño y piensa en sus adentros, (como dice la gente): ‘hombres de poca fe, por qué dudáis, no tembléis, aunque haya llegado vuestra hora, porque esta es la hora de España, la de los hombres de bien’. Eructa y se dispone a revisar su agenda vespertina.
Debe tener miedo Rajoy, sobre todo cuando piensa que la democracia tiene esto: que los votos suman, y aunque las encuestas le den ganador, luego los descamisados se ponen de acuerdo y le choricean la plaza. Debe tener miedo porque todo esto no entraba en su lógica política, sobre todo porque él y los suyos, tan acostumbrados a mandar, ahora, muy pronto, tendrán que obedecer, y eso, macho, si que no lo soportan -> pero la democracia tiene eso: que los votos suman.
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