CABEZAS SIN ROSTRO

Estamos saliendo de la crisis y así lo confirman los indicadores, los grandes indicadores económicos, que son los que interesan y son los que valen si es que queremos hacer una política en consonancia con el resto de los países de la Unión, dice el gobierno con el presidente al frente. Para estos señores otros indicadores no son significativos bien porque se basan en un sector social minoritario, bien porque proceden de asociaciones y colectivos poco contrastados. Lo importante es que sacamos la cabeza después de muchos años, eso es lo importante. Por ejemplo, ya la gente empieza a comer en los chiringuitos y se olvida del bocata cuando va a la playa, y en vez de estar un par de días fuera de casa están cuatro o más en esta Semana Santa. Se produce aquí la contradicción porque Cáritas habla de miles de familias sin recursos para alimentarse regularmente y niños con insuficiencia nutricional, y porque los colectivos ciudadanos de barrio hablan de miles de familias que no tienen vivienda definitiva y estable, no tienen luz o padecen tensión familiar por el paro y el desahucio que se avecina o se ha producido.

Rajoy quiere llegar a las elecciones locales como si no hubiera roto un plato, como si no hubiera pasado nada y, ahora, dando muestras de sobrado cinismo y cara dura viene con las rebajas: revisión de las tasas judiciales, devolución de la tarjeta sanitaria, rebaje del 25% de cultura, ofertas de empleo precario y ayudas hechas expresamente para pobres. Porque eso es lo que ve el PP: unos pobres que por mucho que se esfuercen siempre serán de esa condición, cuentan con ellos como algo natural, consustancial con el Estado de derecho. Por eso, estoy convencido, cuando don Mariano y sus ministros hablan de los españoles no incluyen a esos otros que siendo españoles y sin serlo no son los que aparecen en las encuestas y en las estadísticas políticas.

A costa de esas cabezas sin rostro humano ha crecido el resto de la sociedad española: no los ha tenido en cuenta para nada en las agendas políticas y es por ello que si se sale de la crisis se ha dejado a su vez un alto coste humano y social, un gran desequilibrio entre la abundancia y la escasez, un alto índice de privatizaciones y, sobre todo, una gran herida abierta que difícilmente podrá cerrarse en breve tiempo. Bien es cierto que hay partidos y asociaciones que son la voz de las cabezas sin rostro, pero dudo mucho que, aparte de los cabreados, haya una conciencia de clase suficiente para ser canalizada por los sindicatos y partidos de izquierda, porque esa clase social ya no es clase obrera, es un sector enquistado en el cuerpo de la sociedad civil que recuerda y responde a lo que despiadadamente se llama ‘gente del pueblo’, que es como no decir nada.

Francisco Campos

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