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Trinidad Cabeo, presidenta del puerto de Almería, siguiendo los designios de su predecesor en el cargo, el inefable Amate, ya ha conseguido vallar la totalidad de sus dársenas y ha extendido el acta de defunción a uno de los signos de identidad de la ciudad, junto con la Alcazaba; porque el puerto es el espacio en el que está escrito la historia de Almería.
Y llega esta señora y por razón de su cargo, sin más, decide por toda la ciudadanía, sin necesidad de molestarse en saber si la ciudadanía tiene preferencias, ardiles, destrezas para proponer un uso urbano del recinto; y si fuera poco todo esto, soportamos un alcalde timorato, que se infla poniendo jardineras, maceteros y mariconerías en general, y no da la cara por sus paisanos exigiendo a la ínclita Trinidad una transformación del puerto que nos haga pensar, por ejemplo, en Málaga, que lo ha convertido en la joya de la ciudad; sobre todo porque es, como el nuestro, el centro del centro, y es por ese motivo por el que allí se va instalar la primera sede exterior del Centro de Arte y Cultura Georges Pompidou… y así sucesivamente en otras ciudades.
¿Es que nosotros tenemos que ocuparnos en gestionar el cutrerío mientras otros cada vez más nos siguen dando lecciones de sensibilidad, progreso y funcionalidad, belleza y buen gusto? Señora Trinidad, váyase a su casa a poner Canal Sur a ver si, como decía aquel, la mientan.
En el denominado ‘El Cubo’ de Málaga, que abrirá sus puertas el próximo año, se exhibirán obras de Picasso, Bacon, Magritte, Miró, Giacometti, Chagall… en fin, qué os voy a decir que no sepáis.
¿Es que hemos hecho algo malo para recibir estos tratos? ¿Merecemos los almerienses estos personajes tan siniestros y opacos? Claro que no.
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