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Ha muerto María (83 años) sin lograr desenterrar a su madre Faustina fusilada en el 36 después de ser torturada y humillada públicamente en un pueblecito de Avila. María quería cumplir el encargo de su padre porque deseaba que al morir los enterraran juntos, ya que en vida todo fue un horror. Así, de esta forma, estaremos muertos y juntos para siempre, decía. Pero María no ha podido cumplir el encargo, después de tanto tiempo, porque la justicia española ha puesto pegas e impedimentos, e incluso ante el tribunal supremo ha rogado ser complacida, después de 75 años, y no ha sido posible. Ella ha muerto esta semana pasada y ha sido revelada la historia recientemente, aunque ya llevaba la intemerata intentándolo.
Es una historia entre muchas, entre miles, que aún no han tenido desenlace; y son miles también los familiares que guardan en la memoria el relato crudo y horroroso del legado dejado ya no sólo por los padres y abuelos, sino que ya pronto serán los bisabuelos el punto de partida del encargo: encárgate, cariño, de encontrar los restos de tu bisabuelo. Una vergüenza de país, de gobierno y de justicia. Parece que la mala conciencia se transmite genéticamente. La reacción ha querido borrar de la memoria la historia y no ha entendido que esa pretensión es imposible porque no se puede matar el relato.
En cualquier país García Lorca tendría un mausoleo y un reconocimiento público, en España cada vez es más largo el silencio sobre su cuerpo acribillado y enterrado no se sabe dónde.
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